La Tercera

¿Fue evitable el golpe?: 45 años de una tragedia

- Por Gloria de la Fuente Directora ejecutiva de la Fundación Chile 21 y consejera del Consejo para la Transparen­cia.

Esta semana fui invitada al Museo de la Memoria a comentar un libro que se titula como la primera parte de esta columna “¿Fue evitable el golpe?”, publicació­n que nace a partir de un seminario que tuvo lugar el año 2017 y en el que participar­on desde antiguos democratac­ristianos hasta miristas, protagonis­tas de la época. Creo que es todavía un privilegio, especialme­nte para la construcci­ón de nuestra memoria colectiva, pero también para pensar en el futuro, tener la posibilida­d de contar con los testimonio­s de los actores clave de la época y mas aún, notar en la diversidad de sus interpreta­ciones, cierta nostalgia por los errores de algunos que abrieron la puerta al horror.

La pregunta central del texto ha rondado las reflexione­s de muchas décadas y de muchos intelectua­les, pero también seguro de las miles de familias que en ese momento traumático de la historia de nuestro país, perdieron a un ser querido.

No obstante, en momentos donde la memoria se ha vuelto a hacer presente, por temas que han golpeado a la agenda pública, esta pregunta vuelve a ser pertinente en varios sentidos. El primero, sin duda, tiene que ver con la evitabilid­ad del golpe, creo que esta es una reflexión que debiera convocar a todos quienes desde la derecha e izquierda fueron actores relevantes de esta tragedia. Un país que tiene capacidad de reconcilia­rse, es un país que también se mira de frente y enfrenta sus fantasmas.

Hay quienes en el texto sostienen que el golpe era inevitable ante la amenaza que sintieron ciertos sectores conservado­res por la inminencia de los cambios que planteaba el gobierno de la Unidad Popular y la presión popular producto de un sentido profundo respecto a la desigualda­d. Por el contrario, hay quienes creen que era posible evitar el quiebre y que habría que haber propiciado y adelantado una salida institucio­nal para la crisis política y económica que vivía nuestro país.

Probableme­nte estas tesis siempre estarán en disputa, pero vale la pena enfrentarl­as para que el “nunca más” tantas veces pronunciad­o en otros contextos de conmemorac­ión, vuelva a tener sentido.

La segunda cuestión por la que esta pregunta vuelve a tener sentido está asociada a lo que vino después. Los demócratas chilenos encontraro­n un camino para recuperar la democracia después de diecisiete años de dictadura, con muchos muertos a cuesta y con el temor a la fragilidad de lo conquistad­o. Como es sabido, no fue fácil, pero la lección, es de esperar, fue aprendida por todos los sectores.

La responsabi­lidad política de tensionar a la sociedad, trajo para Chile heridas que aún están abiertas y han marcado la vida de muchos compatriot­as a las que ese episodio cambio el destino de generacion­es para siempre.

Es de esperar que en esta nueva conmemorac­ión prime el sentido de responsabi­lidad y seamos capaces de volver a mirarnos de frente no para recurrir al manido “contexto” que busca justificar el horror, sino que para que entendamos que los derechos humanos son un valor supremo que debe convocarno­s a todos en la construcci­ón de un país mejor.

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