¿Fue evitable el golpe?: 45 años de una tragedia
Esta semana fui invitada al Museo de la Memoria a comentar un libro que se titula como la primera parte de esta columna “¿Fue evitable el golpe?”, publicación que nace a partir de un seminario que tuvo lugar el año 2017 y en el que participaron desde antiguos democratacristianos hasta miristas, protagonistas de la época. Creo que es todavía un privilegio, especialmente para la construcción de nuestra memoria colectiva, pero también para pensar en el futuro, tener la posibilidad de contar con los testimonios de los actores clave de la época y mas aún, notar en la diversidad de sus interpretaciones, cierta nostalgia por los errores de algunos que abrieron la puerta al horror.
La pregunta central del texto ha rondado las reflexiones de muchas décadas y de muchos intelectuales, pero también seguro de las miles de familias que en ese momento traumático de la historia de nuestro país, perdieron a un ser querido.
No obstante, en momentos donde la memoria se ha vuelto a hacer presente, por temas que han golpeado a la agenda pública, esta pregunta vuelve a ser pertinente en varios sentidos. El primero, sin duda, tiene que ver con la evitabilidad del golpe, creo que esta es una reflexión que debiera convocar a todos quienes desde la derecha e izquierda fueron actores relevantes de esta tragedia. Un país que tiene capacidad de reconciliarse, es un país que también se mira de frente y enfrenta sus fantasmas.
Hay quienes en el texto sostienen que el golpe era inevitable ante la amenaza que sintieron ciertos sectores conservadores por la inminencia de los cambios que planteaba el gobierno de la Unidad Popular y la presión popular producto de un sentido profundo respecto a la desigualdad. Por el contrario, hay quienes creen que era posible evitar el quiebre y que habría que haber propiciado y adelantado una salida institucional para la crisis política y económica que vivía nuestro país.
Probablemente estas tesis siempre estarán en disputa, pero vale la pena enfrentarlas para que el “nunca más” tantas veces pronunciado en otros contextos de conmemoración, vuelva a tener sentido.
La segunda cuestión por la que esta pregunta vuelve a tener sentido está asociada a lo que vino después. Los demócratas chilenos encontraron un camino para recuperar la democracia después de diecisiete años de dictadura, con muchos muertos a cuesta y con el temor a la fragilidad de lo conquistado. Como es sabido, no fue fácil, pero la lección, es de esperar, fue aprendida por todos los sectores.
La responsabilidad política de tensionar a la sociedad, trajo para Chile heridas que aún están abiertas y han marcado la vida de muchos compatriotas a las que ese episodio cambio el destino de generaciones para siempre.
Es de esperar que en esta nueva conmemoración prime el sentido de responsabilidad y seamos capaces de volver a mirarnos de frente no para recurrir al manido “contexto” que busca justificar el horror, sino que para que entendamos que los derechos humanos son un valor supremo que debe convocarnos a todos en la construcción de un país mejor.