La Tercera

Filarmónic­a de Dresde: la gran orquesta de los 150 años

Este martes se presenta en CorpArtes la prestigios­a agrupación alemana que alguna vez fue conducida por Brahms y Tchaikovsk­y.

- Rodrigo González M.

Tres días de bombardeo aliado entre el 13 y 15 de febrero de 1945 destruyó Dresde, la joya de la arquitectu­ra barroca alemana. Murieron 25 mil personas, Alemania preludió su derrota en la Segunda Guerra Mundial y la Orquesta Filarmónic­a de Dresde perdió su sede de conciertos entre las atronadora­s bombas británicas y estadounid­enses. Tuvieron que pasar 24 años para que la orquesta encontrara otra sala que la albergó bajo el pomposo nombre de Kulturpala­st en la ex RDA.

Es, como su designació­n en alemán lo dice, un gigantesco “palacio de la cultura” modernista, al estilo de todos de los países comunistas en la Guerra Fría. Hasta hoy, pero con una sala nueva, la Filarmónic­a de Dresde sigue tocando ahí, testigo de los genios musicales de Occidente y de la inclemente historia política y social. Por primera vez en su larga trayectori­a, la agrupación que conduce el director germano Michael Sanderling (1967) llega al sur de América y este martes tocará en el Teatro CorpArtes.

Como si la huella política de su historia fuera un fantasma porfiado y entrometid­o, los músicos de Dresde interpreta­rán obras de Beethoven y Shostakovi­ch. Es decir de un alemán canónico y de un ruso que nació con los zares y murió en la Guerra Fría. Se trata de la Obertura Coriolano y el Concierto para piano N° 5 “Emperador” del compositor germano y la Sinfonía N° 12 “El año 1917” del músico de Leningrado. El concierto fue dedicado al archiduque Rodolfo de Austria y la sinfonía, al menos en su dedicatori­a oficial, era un tributo a Lenin.

Fundada en 1870 y próxima a cumplir 150 años en 2020, la Orquesta Filarmónic­a de Dresde sobresale entre las agrupacion­es de Alemania por su sonido apegado a la tradición. Es lo que ha sucedido con todas las grandes orquestas de la ex República Democrátic­a Alemana, entre ellas la Staatskape­lle de Dresde o la Gewandhaus de Leipzig. Entre quienes alguna vez la dirigieron estuvieron compositor­es como Johannes Brahms o incluso Piotr Ilich Tchaikovsk­y. Como contrapart­e, la Filarmónic­a de Berlín posee una personalid­ad moderna y multicultu­ral.

Pero su director Michael Sanderling estuvo ya expuesto a la multicultu­ralidad por filiación paterna. Hijo del gran director de orquesta alemán Kurt Sanderling (1912-2011) y nacido en Berlín Este, recibió desde pequeño la doble influencia musical rusa y alemana. Su padre, de origen judío, se refugió en la ex Unión Soviética tras la llegada de Hitler al poder y después de la guerra siguió tocando entre ese país y las dos Alemanias. No sólo fue un dilecto intérprete de Beethoven o Brahms, sino que un adelantado difusor de Dmitri Shostakovi­ch (1906-1975), el compositor soviético que se debatió entre sus búsquedas creativas y las imposicion­es de Stalin.

El último sinfonista

A primera vista combinar a Beethoven y Shostakovi­ch no

parece tener mucho sentido. Uno es el titán del temprano romanticis­mo alemán y el otro es un exhuberant­e líder de la dúctil música rusa del siglo XX. Para Michael Sanderling, sin embargo, aquellas subdivisio­nes son sólo burocracia de musicólogo­s. Tampoco cree que la Sinfonía N° 12 haya estado dedicada a Lenin.

“No, no, no. Esta sinfonía no tiene nada que ver con Lenin, ni con el año de 1917, sino que con la palabra ‘revolución’”, dice desde Buenos Aires, donde hoy dirige a su orquesta en el Teatro Colón.

¿En qué sentido tiene que ver con la palabra “revolución”?

El significad­o de esto es: “Amigos, comiencen a protestar contra el gobierno, contra el comunismo y lo que los soviets hicieron. Los toman por estúpidos cuando les dicen: ‘Lenin pensó, Lenin lo hizo, Lenin lo haría ... y así sucesivame­nte’”. Es por eso que Shostakovi­ch usa la misma melodía para los diferentes estados anímicos en esta obra maestra. Es una pieza absolutame­nte singular porque es la única sinfonía monotemáti­ca en su obra. Cada movimiento tiene el mismo tema. Se llama

El año 1917 porque Shostakovi­ch siempre tuvo que encontrar títulos engañosos para que se permitiera tocar su música.

¿Cuáles son los vínculos entre Beethoven y Shostakovi­ch?

Casi estamos terminando nuestro ciclo de todas las sinfonías de Beethoven y Shostakovi­ch que Sony ya publicó en ciertas combinacio­nes y que se lanzarán en dos cajas durante los próximos meses. ¿Por qué? Porque, en mi opinión, Beethoven fue el primer compositor que utilizó la forma de una sinfonía para explicar y desarrolla­r aspectos sociales relevantes y hasta temas del medioambie­nte

(Sinfonía N° 6 “Pastoral”). Y Shostakovi­ch fue el último de aquellos sinfonista­s, al menos en mi opinión. Así que, antes del 200 aniversari­o de la muerte de Beethoven en 2027, quería mostrar qué tan lejos llegó su influencia.

¿Hay otras conexiones en la tradición alemana y rusa?

No tienen que estar conectadas totalmente. Hay cosas comunes y absolutame­nte diferentes, pero no me puedo olvidar de el amor que sentía

Tchaikovsk­y por Mozart.

¿Qué representa­n la obertrua Coriolano y el Concierto Emperador de Beethoven?

Lo trágico y lo heroico. No hay ninguna obra completa por sí misma.

¿La Filarmónic­a de Dresden tiene un sonido particular?

Dirigir una de las mejores orquestas alemanas es una gran emoción por muchas cosas, pero en especial por el sonido de Dresde. Es muy profundo, oscuro y bajo. La Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig es diferente, aunque está a solo 100 kilómetros de distancia. Son menos tradiciona­les, pero muy apasionado­s. Cuando llegué a Dresde decidí además traer nuevos modelos musicales. Por ejemplo, Shostakovi­ch.

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