La Roja de Rueda sigue con déficit de gol
La Selección iguala sin goles con Corea del Sur en el cierre de su accidentada gira por Asia. La Roja tuvo mejores y más opciones que el rival, pero no supo definir. Rueda debe arreglar la banda izquierda.
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Ese gol increíble que se comió Diego Valdés en el último segundo. El resumen perfecto de lo que fue la gira de la selección chilena por Asia. Mucha ilusión, mucha planificación, muchas ideas, pero una definición defectuosa, muy insuficiente para toda la expectativa que generó. Pudo y debió ser el triunfo ante Corea del Sur, pero no... No pasó ni cerca del arco.
Chile se devuelve de tierras orientales con una agenda que se cumplió a medias. Con un partido en la cancha y otro en el basurero; con tres entrenamientos a plantilla completa en ocho días; con una tarde libre, algunas sesiones de gimnasio en el hotel, un terremoto, largas horas sin luz ni agua y los bautizos de Diego Rubio e Ignacio Jeraldino.
Lo que es peor, ya entrando de lleno al partido de ayer, Chile se devuelve de su viaje con cero goles, sin encontrar un delantero gravitante y con profundas dudas sobre su peso por la banda izquierda.
Pese a todo, Reinaldo Rueda asegura que sus conclusiones son positivas. No puede decir otra cosa el entrenador, en todo caso. Es parte del protocolo. El asunto es que si pone en la lista de cosas buenas a Arturo Vidal (hace años el mejor futbolista chileno), a Gary Medel (uno que nunca juega mal por Chile) y a Gabriel Arias (quien ya demostró en la gira anterior que tiene nivel para la Roja), es poco lo que se puede sumar al ítem “nuevos nombres para la selección nacional”.
El DT probó una variante
más que sorpresiva contra los coreanos. Resignó una de las posiciones más importantes de su esquema madre, la del centrodelantero natural, y se inclinó por esa curiosa nomenclatura del nueve falso. En teoría, le asignó esa función a Valdés, pero con el correr de
los minutos esa tarea la asumió con más determinación el vigoroso, incansable y omnipresente Vidal.
Fue bueno ver al Rey Arturo de siempre. Ese que le gusta recorrer todo el campo, que en una misma secuencia pasa de ser el recuperador cerca
del área propia al finiquitador en el área contraria.
En el medio, Rueda quiso apostar a seguro. Alineó a Medel, Charles Aránguiz y al propio Vidal como sus pilares. En ocasiones, Valdés se retrasaba para formar parte del circuito y fue ahí justamente cuan- do mejor se vio el Equipo de Todos. El tema es que esa buena generación se diluyó por la escasa presencia de los más ofensivos o por la pasada poco clara de los laterales, especialmente en el primer tiempo. En ese sentido, lo peor de la Roja durante todo el partido se vio por la banda izquierda, donde ni Miiko Albornoz ni Diego Rubio (ni sus reemplazantes), dieron la talla.
El técnico colombiano debe sacar conclusiones sobre ese tema. Hoy Chile es una escuadra que se inclina hacia la derecha casi con libertinaje (ver mapa de calor). Por suerte, ayer Mauricio Isla mostró un nivel que hace tiempo no se le veía por esa banda, mientras que su pareja, Sagal, mezcla buenas y malas a pierna cambiada. Alfonso Parot y Eugenio Mena están pidiendo cancha sin siquiera ser considerados en la nómina.
Se corrió mucho. Corea del Sur, verdugo de Alemania en Rusia 2018, exige eso. Los orientales no cambiaron su idea respecto al Mundial. Agruparse atrás y salir rápi-
do para sorprender al rival. Son, la estrella del Tottenham, siempre fue el más claro, con el complemento de un veloz Hwang (Hamburgo), instalado por la derecha. En ese aspecto, el combinado criollo no se vio mal. Los centrales, Igor Lichnovsky y Guillermo Maripán, taparon con eficacia los espacios dejado por sus laterales, mientras que Medel los cubría a todos frente a cualquier emergencia. Aún así, el local generó peligro y fue ahí cuando Arias respondió con seguridad bajo los tres palos.
Ya sin Vidal en la cancha, el engranaje de Chile quedó sobre los hombros de Valdés, que no destiñó. Salvo por los descuelgues de Isla, sin embargo, la Roja hizo poco daño. El cero se firmó y el volante de Morelia respetó a muerte ese pacto, porque en la última jugada enfrentó solo al portero, lo eludió y mandó la pelota a las nubes.
El cierre pudo ser mucho mejor, pero se quedó en lo que finalmente fue la gira asiática. Un paso a medias tintas.