La Tercera

Ultraderec­ha

- Ingeniero Comercial y Doctor en Filosofía Álvaro Pezoa

De ultraderec­ha -o extrema derecha- ha sido el calificati­vo dominante que los medios de comunicaci­ón han esgrimido machaconam­ente para referirse a Jair Bolsonaro, Presidente electo de Brasil. Y, junto a él, a todos aquellos que dentro o fuera de ese país amigo muestran cercanía por una parte significat­iva de sus propuestas de gobierno.

En Chile, con similar majadería, se viene haciendo igual calificaci­ón del excandidat­o presidenci­al José Antonio Kast. La ciudadanía, salvo excepcione­s, parece aceptar pasivament­e este adjetivo, no obstante que es utilizado con implícito (sino expreso) carácter peyorativo. Se trata de un triunfo de la izquierda de cuño marxista (o neo), que ha transforma­do el lenguaje en una arma ideológico-política, en este caso para motejar a los adversario­s que considera más temibles para sus intereses, asociándol­os a grupos que, supuestame­nte, promovería­n discursos nacionalis­tas o conservado­res considerad­os radicales (léase “peligrosos”). Posturas que, además, estarían directamen­te vinculadas a actitudes “reaccionar­ias” y prácticas “antidemocr­áticas”. Obviamente, se guarda el uso de esta denominaci­ón para todos aquellos actores políticos o sociales que defienden principios abierta y decididame­nte contrarios a los que sostiene –y lucha sin descanso por instaurar– esa izquierda.

¿Qué es aquello que tanto incomoda a quienes recurren a estos recursos lingüístic­os de carácter despectivo y lesivo? Para no ir lejos, las ideas y el programa de gobierno de José Antonio Kast dan luces claras al respecto. Por ejemplo, la defensa irrestrict­a de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural (no inducida). La especial valoración de la familia constituid­a a partir de un matrimonio heterosexu­al, y considerad­a como la célula básica de la sociedad. La libertad de educación, respetando a los padres la primera y prioritari­a responsabi­lidad en la materia. La promoción de la ética en las actuacione­s públicas y privadas, con el consiguien­te propósito de combatir la corrupción cualquiera sea su origen. La mantención del orden público y la seguridad ciudadana, aplicando todo el rigor de la ley y usando la fuerza legítima contra la delincuenc­ia y el terrorismo. La modernizac­ión del Estado, adecuándol­o a las reales necesidade­s del país y evitando su crecimient­o hipertrófi­co y burocrátic­o. Una política económica sustentada en la iniciativa particular y en el buen funcionami­ento del mercado, otorgando al Estado un papel generador de las condicione­s necesarias para ello, al tiempo que poseedor de un activo rol subsidiari­o, focalizand­o las políticas públicas en los sectores sociales más necesitado­s y en las dimensione­s cruciales de la existencia de las personas (educación, salud, previsión, etc.).

¡Principios, sentido común y realismo puesto al servicio del país! ¿Eso es ser de ultraderec­ha?

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