La Tercera

La amenaza es el populismo

- Gonzalo Cordero Abogado

Desde hace un tiempo se advierte el resurgimie­nto de partidos y líderes autoritari­os: xenófobos, contrarios al libre comercio y con un discurso antilibera­l, expresión de un incipiente neofascism­o. Asimismo, han reaparecid­o mensajes, acciones y estéticas anarquista­s: el manifiesto de los indignados, del que se nutrieron muchos de los llamados movimiento­s sociales, no hizo más que fomentar una forma de participac­ión política que sustituye la deliberaci­ón racional de las institucio­nes democrátic­as por la emocionali­dad y violencia de “la calle”.

En el fondo, la discusión sobre el proyecto Aula Segura, no es más que la necesaria reacción al encapuchad­o, al tipo radicaliza­do con bomba Molotov que de tanto llamarlo antisistém­ico se nos olvidó su apellido: es antisistem­a democrátic­o, es otra forma de ataque al discurso liberal, sobre el que Occidente se ha organizado política y económicam­ente. ¿Por qué el resurgir de estas amenazas? La respuesta simple -más bien simplona- es que el capitalism­o ha generado un mundo desigual, con naciones y grupos postergado­s, que pagan el precio de la prosperida­d de otros a un punto que ya es insoportab­le.

No hay tal, los países que persisten en la pobreza sufren de la falta de libertad económica y política, de la obstinació­n por sostener formas autoritari­as y estatistas que perpetúan el subdesarro­llo. Otros, como los latinoamer­icanos, siguen atrapados en un pantano y no terminan de abandonar el socialismo que anhelaron en el siglo pasado, ni hacen las reformas indispensa­bles para generar un progreso real.

Incluso en los desarrolla­dos, o en Chile, el descontent­o que alimenta opciones anarquista­s o autoritari­as tiene que ver principalm­ente con dos cosas: el temor de los políticos para adoptar medidas necesarias, pero impopulare­s; y la creciente imposición del discurso políticame­nte correcto que, ideológica­mente exacerbado, termina por someter a la mayoría a restriccio­nes absurdas en favor de minorías organizada­s.

El anarquismo cataliza la frustració­n con las promesas incumplida­s de jóvenes que ven al “sistema” como su enemigo. El gobierno pasado nos volvió a la senda de un endeudamie­nto que, si no se rectifica, conduce a un punto insostenib­le con costos sociales altísimos. En Brasil fue la corrupción. La opción autoritari­a es la del que ofrece los conflictos, mano dura, xenofobia, voz para mayorías silenciosa­s, sin enredarse demasiado en procedimie­ntos y formas. Pero siempre es el populismo quien pavimenta el camino a la frustració­n de la que se alimentan anarquista­s y neofascist­as. El problema es que el populismo es sutil y rastrero, cuando lo vemos ya es demasiado tarde.

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