CATEGORÍAS DE DESEMPEÑO ESCOLAR
Si el fin de la evaluación de los colegios es otorgar una educación de calidad, la entrega de la información ha permitido a los padres mejorar las opciones educativas de sus hijos.
La semana pasada, la Agencia de la Calidad de la Educación informó las Categorías de Desempeño 2018, esto es, la clasificación de colegios en función de su nivel socioeconómico, de sus resultados Simce y de los otros indicadores de calidad que se miden cada año, como el clima de convivencia escolar o el nivel de autoestima académica y motivación. Esto, en el marco de la Ley de Aseguramiento de la Calidad, que además de establecer mecanismos concretos de apoyo para la mejora, introdujo por primera vez la posibilidad de que el Estado revoque el reconocimiento oficial a los establecimientos con mal desempeño reiterado.
Entre las escuelas que no han logrado avances positivos se cuentan 218 establecimientos de enseñanza básica que llevan tres años seguidos en categoría insuficiente y que, de mantener este nivel en 2019, caerán en riesgo de cierre. Si bien la situación de estas escuelas es preocupante, representan una fracción muy baja del total, lo que habla de que las exigencias son en realidad bastante bajas. Quizás ello explique que otros 195 establecimientos, que llevaban dos años en nivel insuficiente, lograran mejoras que les permitieron subir de categoría. En enseñanza media, en tanto, ésta es apenas la segunda clasificación que se realiza, por lo que es muy pronto para sacar conclusiones al respecto.
En esa línea, uno de los principales resultados que exhibió el proceso actual fue la reducción en el número de escuelas en categoría de desempeño insuficiente. En educación básica, los establecimientos en este nivel cayeron desde un 11% a un 8% del total, mientras que en educación media, los establecimientos en categoría insuficiente disminuyeron desde un 12% a 8%. Esto es una buena noticia, que da cuenta de que la mejora es posible, aunque también es clave que el Sistema de Aseguramiento de la Calidad siga monitoreando lo que ocurre con esos establecimientos, de manera de garantizar que sus avances sean sostenidos y no fortuitos.
Otro hallazgo relevante son las 54 escuelas que, tras dos evaluaciones exhibiendo un desempeño insatisfactorio, en esta oportunidad no tuvieron matrícula suficiente como para poder ser clasificados. Ello, por un lado, plantea un desafío al Sistema de Aseguramiento de la Calidad, en términos de cómo seguir su desempeño para evitar que incumplan con los estándares mínimos. Pero, además, nos indica que los apoderados están utilizando la información que el sistema les provee, lo que podría explicar que decidieran cambiar a sus hijos a un establecimiento de mejor desempeño. Si consideramos que el fin último de la evaluación es precisamente que los niños y jóvenes del país reciban una educación de calidad, esto ratifica que la entrega de información es una vía clave para alcanzar ese objetivo.
Si bien la institucionalidad actual entrega al Estado la atribución para cerrar establecimientos de mal desempeño, al final del día son los padres los principales responsables de la educación de sus hijos, y es una buena noticia que estén utilizando la información disponible para anticiparse y mejorar cuanto antes sus opciones educativas.