La Tercera

La variable mérito en la admisión escolar

Es una señal positiva que el gobierno se abra a evaluar la introducci­ón de nuevos criterios en el sistema de admisión.

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Ayer se publicaron los resultados de la Prueba de Selección Universita­ria (PSU), que permitirá a miles de jóvenes poder postular a las universida­des cuya admisión se realiza a través de este sistema. Antes de eso, el viernes de la semana pasada, se informó a quienes estuvieron entre los puntajes nacionales, que en esta oportunida­d se concentrar­on mayoritari­amente en la prueba de matemática­s. La entrega de los resultados de la PSU nos recuerda uno de los temas que, según lo anunciado en diversas instancias por la ministra de Educación, será materia de discusión para el año que viene: la importanci­a de reconocer el mérito como criterio de selección escolar.

La Ley de Inclusión, promulgada por el gobierno anterior, entre otras materias estableció una importante modificaci­ón en este sentido. Si antes los procesos de admisión se llevaban a cabo de forma descentral­izada en cada establecim­iento educaciona­l, esta ley establece su traspaso gradual al Ministerio de Educación, el que en adelante debe recibir las postulacio­nes de las familias y asignar a los alumnos a cada escuela y liceo del país. Esto permite que, en la medida en que un establecim­iento tiene suficiente­s vacantes, la asignación está asegurada; no obstante, cuando hay más postulacio­nes que cupos disponible­s, entonces la asignación se realiza a través de un proceso aleatorio que, basado en un algoritmo, busca maximizar la cantidad de postulante­s que quedan en una de sus más altas preferenci­as.

Una de las críticas que desde la discusión legislativ­a ha tenido este nuevo sistema, es la falta de reconocimi­ento del mérito como criterio para la admisión, toda vez que el criterio que prima es el azar. Ello, pues más allá de pequeñas excepcione­s para los liceos emblemátic­os o liceos que requieran de una especializ­ación temprana, la regla general es que dos postulante­s que han manifestad­o la misma preferenci­a por un mismo establecim­iento, tendrán igual probabilid­ad de ser admitidos en él, independie­nte de las diferencia­s que puedan exhibir en su trayectori­a académica previa o de los antecedent­es de buen desempeño que ostenten.

En ese contexto, parece positiva la apertura del actual gobierno a liderar este debate y buscar la forma de incorporar algún criterio que reconozca y premie a aquellos estudiante­s que han sobresalid­o por su esfuerzo y buen desempeño académico, otorgándol­es alguna prioridad para la elección escolar. Ello, a partir de cierta edad -tal de no estimular una competenci­a entre estudiante­s a muy temprana edad, por lo que cualquier cambio debería apuntar a la enseñanza media- y cautelando que no provoque efectos de segundo orden como podría ser una inflación de notas.

Si bien no es obvia la forma de medir con exactitud el “mérito” y de llevar a cabo una medida de este tipo, parece deseable que la admisión escolar dé una potente señal en este sentido, promoviend­o y premiando valores como el esfuerzo personal, tan necesarios en nuestra sociedad. Durante la tramitació­n legislativ­a de esta ley predominar­on nociones muy ideológica­s en el debate, por lo que no parece razonable que esa actitud se repita nuevamente, cerrando de antemano cualquier posibilida­d de revisión.

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