Derecha y gobernabilidad
Al asumir Piñera su segundo gobierno, pocos analistas imaginaron que, al finalizar el 2018, su administración estaría concentrada en la crisis de Carabineros y el Ejército, en relanzar el Plan Araucanía, en incrementar la inversión y recuperar la capacidad de crecimiento, y en la resolución de la huelga portuaria en Valparaíso. Todos estos aspectos han comprometido hasta ahora el impulso de las reformas prometidas, y no resulta convincente que durante el próximo año se disponga de los espacios políticos para hacer lo que no se hizo en el período de gracia que otorga la ciudadanía a los nuevos gobiernos.
El estancamiento de las políticas declaradas prioritarias tiene relación con las dificultades de la derecha para generar las condiciones de gobernabilidad necesarias para impulsar sus reformas en el marco de un régimen democrático. Algo similar ocurre con la derecha a nivel internacional. Trump finaliza el 2018 con una popularidad por debajo del 40%, la peor semana en la bolsa desde el 2011 y con el cierre parcial del gobierno, debido a la incapacidad de llegar a acuerdos con la oposición. No es raro, en ese contexto, que Trump se haya transformado en el principal enemigo de los esfuerzos por lograr una globalización regulada democráticamente, y amenaza con transformar el mundo en campo de riñas de pandilla. Al final del 2018, el gobierno de Macri, que hizo grandilocuentes promesas de orden fiscal y de que lograría una avalancha de inversión extranjera, muestra una caída del PIB, una inflación galopante y un descontento social que amenaza la estabilidad política del país. En Gran Bretaña, el gobierno conservador tiene sumido en el caos al país, al no encontrar solución razonable al Brexit.
Ciertamente, los problemas anotados no pueden simplemente endilgarse a las administraciones de la derecha, pero ellas sufren un serio déficit político. La estabilización fiscal no es un mero problema técnico; requiere el concurso de la población. El anuncio populista o efectista es ineficaz para movilizar a la ciudadanía, con el fin de superar los problemas de fondo, y no puede esperarse a que se calmen las aguas para impulsar la agenda reformista. La amenaza de la ultraderecha, como comprueba la experiencia de Trump y del Brexit, no se resuelve cerrando los ojos.
Pero, quizás lo más importante de tener en cuenta, es que si las reformas no responden a las necesidades de coaliciones políticas y sociales mayoritarias, sólo se agudizarán los problemas de gobernabilidad. En tal sentido, el tiempo político perdido durante el presente año en Chile puede ser una oportunidad para que el gobierno revalúe los contenidos esenciales de sus reformas prioritarias.
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