De dulce y agraz
Es hora de balances. En términos económicos, el año 2018 fue relativamente normal. La tasa de crecimiento de la economía global fue algo inferior al cuatro por ciento. Sin embargo, la incertidumbre generada por la normalización de las tasas de interés de política monetaria y la así denominada guerra comercial entre EE.UU. y China, generaron incertidumbre respecto al futuro, que se reflejó, entre otras cosas, en la preocupante volatilidad de los mercados bursátiles.
Y a nivel local, la nota amarga la puso un marcado ajuste de expectativas, a pesar de que nuestra economía se puso nuevamente en marcha (el PIB se expandió a un cuatro por ciento y la inversión en más de un seis por ciento).
En 2018 –principalmente, por un inicial cambio positivo de expectativas asociado a la asunción del nuevo gobierno-, Chile más que duplicó la tasa de crecimiento económico de los cuatro años de gobierno de Michelle Bachelet. Además, volvió a ubicarse entre los países más dinámicos de la región, sólo superado por República Dominicana, Panamá y Paraguay. Y esto se logró manteniendo la tasa de inflación alrededor del tres por ciento (la meta del Banco Central) y reduciendo el déficit fiscal a un 2,2 por ciento del PIB.
Para 2019 –a pesar de las expectativas de política monetaria y guerra comercial existentes- se espera sólo una leve disminución de la tasa de crecimiento mundial, a un 3,8 por ciento. A nivel de la región, las expectativas son de una expansión de alrededor del dos por ciento. Sin embargo, las mismas fuentes pronostican, en promedio, una reducción del crecimiento en Chile a una tasa de aproximadamente 3,5 por ciento. Esta estimación es realista y considera el PIB tendencial de Chile (entre 2,8 y 3,6 por ciento) y una economía chilena que se está acercando a su nivel potencial.
Pues bien, el reconocimiento por parte del empresariado de esta realidad cambió las expectativas de crecimiento de Chile, incluso, por debajo de aquellas consideradas en el programa de gobierno.
Bajo estas circunstancias, la modificación de la estrategia de comunicación del gobierno servirá de poco si no va acompañada de la adopción de medidas concretas que aumenten el PIB tendencial. Ello implica hacer cambios institucionales mayores en ámbitos como el tributario y el laboral, tal como generar los cambios regulatorios necesarios para inducir grandes inversiones privadas en materia de agua de riego, de transportes y de otros rubros.
Son este tipo de iniciativas –si tienen buena probabilidad de implementaciónlas que pueden generar las expectativas requeridas para poder sostener, o incluso superar, la tasa de crecimiento del cuatro por ciento de 2018.
¿Se podrán lograr los consensos necesarios?