La derecha irreformable
Las opiniones públicas se han vuelto cada vez más volátiles, contradictorias e incluso infieles. Cambian en un dos por tres; expresan demandas contrapuestas y se pasan con facilidad al bando contrario. Esta es la regla general imperante en el mundo de las democracias liberales.
La derecha chilena lo está experimentando en carne propia. Hace solo seis meses sentía que había tocado el cielo y que por vez primera en el último siglo sería capaz de sucederse a sí misma. “Vamos por ocho” afirmaban muchos dirigentes. Con una oposición disgregada producto de su derrota cultural y la paliza electoral, esa afirmación era más que la expresión de un deseo. Tenía fundamento. Si Sebastián Piñera, luego de mucho dudar, había decidido repostularse, no era para marcar el paso y repetir su gobierno anterior. Esta vez lo movía una ambición mayor: fundar una centroderecha democrática capaz de disputar con éxito la hegemonía política de la sociedad.
El accionar del gobierno durante los primeros meses parecía confirmar estos buenos augurios. Pero a poco andar llovieron los problemas. En vez de bajar, conforme a la promesa de “tiempos mejores”, el desempleo subió. La crisis de Carabineros no estaba resuelta; “el general Soto no era la persona adecuada”, debió reconocer el Presidente, luego de destituirlo en contra de su voluntad. El asesinato de Catrillanca mostró los límites de una política de mano dura, encabezada por un cuerpo policial todopoderoso y fuera de control. El Gope tuvo que salir de La Araucanía. Al fin del invierno, las curvas de apoyo y rechazo se habían cruzado. De un peak de 60 puntos en abril, la aprobación presidencial cayó a 40 en diciembre.
Pueden pasar todavía muchas cosas; faltan más de tres años. El escenario se presenta complicado. La economía internacional ayudará menos que en otras ocaciones. La prolongación de las tendencias actuales indica que a la derecha chilena le puede pasar lo mismo que en el último tiempo a las fuerzas de gobierno, independiente de su orientación, de los principales países de la región: perder. Ejemplos: Argentina, Brasil, Colombia, México. Es lo que les puede ocurrir este año a Morales, Macri y el Frente Amplio de Uruguay.
Muchos factores intervienen en este resultado, pero hay uno crucial. La derecha chilena tiene mucho de irreformable y pareciera que el pinochetismo se incorporó a su ADN, por eso Piñera está fracasando en su intento de refundarla. Es, más bien, la derecha dura la que lo está cambiando a él. Así, aparece con su exculpación a los adherentes al régimen militar, que no habría sido “ni pecado ni delito”, muy lejana a la condena de los “cómplices pasivos”. La batuta, como se decía en otros tiempos, la llevan J.A. Kast, Van Rysselberghe, seguidos de cerca por diputados pinochetistas de RN. La voz de Evópoli apenas se escucha frente al discurso sobre una “diversidad”, que incluye desembozadamente al pinochetismo.
Con Bolsonaro floreció en Brasil la utopía regresiva que reivindica la pasada dictadura militar. En Chile estamos lejos, pero hay que tener cuidado. De aquí la responsabilidad gigantesca de las fuerzas de centro e izquierda para construir una opción que aporte respuestas útiles a los grandes desafíos del siglo 21, en materia de democracia, equidad social, igualdad de género, innovación, dinamismo económico y sustentación ambiental.