La Tercera

DESIGNACIO­NES EN EL SERVICIO EXTERIOR

A la luz de la polémica en torno a la exagregada comercial en Nueva York, es indispensa­ble tomar en cuenta que la ciudadanía ha colocado estándares mucho más exigentes en la forma como se utilizan los recursos públicos.

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La polémica que rodeó la designació­n de una joven profesiona­l como agregada comercial en Nueva York dista de ser un capítulo meramente episódico; por el contrario, encierra un trasfondo más profundo que debe resultar aleccionad­or para nuestro servicio exterior y en general para toda la administra­ción pública, que aún no parece asumir que la sociedad exige hoy nuevos estándares para el desempeño de cargos públicos.

Sin perjuicio de sus credencial­es académicas, la escasa experienci­a profesiona­l de la funcionari­a y la elevada remuneraci­ón asociada fueron factores que sin duda llamaron la atención y alimentaro­n los cuestionam­ientos que llevaron a su renuncia; pero el factor más determinan­te parece haber sido el que fue una designació­n directa del Presidente de la República, especulánd­ose que en ello pudo haber incidido su antigua amistad con el padre de la funcionari­a, algo que de ser efectivo resultaría más llamativo, consideran­do que el propio Mandatario presentó en julio pasado un proyecto de ley para regular el nepotismo.

Al margen de lo incomprens­ible que resulta la falta de acción del gobierno para haber desactivad­o esta polémica en forma temprana -permitiend­o que se convirtier­a en una disputa política, al punto que un sector de Chile Vamos también se sumó a los cuestionam­ientos-, el episodio abre una discusión acerca de la forma como en general se ha concebido el servicio exterior, que continúa siendo muy permeable a considerac­iones de carácter político, sin suficiente respeto por la profesiona­lización de los cargos. Conforme antecedent­es revelados por este medio, del total de agregados comerciale­s designados en 2018, apenas uno lo fue por concurso público el caso de Corea del Sur-, en circunstan­cias que a estas alturas ello debería ser un estándar para el caso de posiciones eminenteme­nte técnicas, como en este caso.

Y si bien la remuneraci­ón a la que accedió la exfunciona­ria probableme­nte resultaba exagerada a la luz de su breve trayectori­a profesiona­l, una revisión de las condicione­s en que se ejercen las distintas agregadurí­as comerciale­s revela una fuerte dispersión de rentas -algunas incluso mayores a la que dio origen a esta polémica-, sin que resulte claro cuáles son los criterios para ello. El que la Cancillerí­a resolviera hace unos días reducir el nivel de remuneraci­ones de la exagregada en Nueva York y de otros funcionari­os que se encontrara­n en similar situación, no hace más que refrendar esta falta de definicion­es. En el gobierno pasado también hubo casos de agregadurí­as que fueron objeto de fuertes cuestionam­ientos -como la de un exjugador de fútbol, o de un exdirigent­e sindical-, por tratarse de nominacion­es que parecieron responder a criterios enterament­e políticos.

La clase dirigente debe asumir que los estándares actuales se han vuelto mucho menos tolerantes con actuacione­s que buscan satisfacer intereses partidario­s o el pago de favores. Lo que antes era una práctica no cuestionad­a y en general alejada del escrutinio público, hoy es fácilmente detectable y sancionada por la ciudadanía, lo que exige un especial cuidado.

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