La Tercera

El ministro no se va

- Luis Larraín

No, Chadwick no se va. Porque sería realmente difícil superar la prudencia, el buen juicio y la proactivid­ad que mostró para enfrentar la muerte de Camilo Catrillanc­a. No cayó en la peligrosa trampa de las versiones de Carabinero­s, que hablaban de “individuos parapetado­s, premunidos con armas de fuego, efectuando disparos de diverso calibre hacia el personal policial”, o se referían a un “enfrentami­ento con los antisocial­es, resultando uno de estos lesionado”. El ministro radicó la investigac­ión en la Fiscalía, sin jugarse por hipótesis alguna y, por cierto, jamás afirmó que Catrillanc­a o el joven que lo acompañaba portaran armas.

No, porque si se va, el gobierno y el Estado habrán fracasado en su afán de superar la crisis que vive Carabinero­s, manifestad­a en faltas a la probidad, montajes y mentiras; en una institució­n que solía tener la máxima valoración entre los chilenos. El país no se puede dar el lujo de seguir debilitand­o a la policía y el gobierno no puede renunciar a ejercer su autoridad sobre ella, si quiere enfrentar la delincuenc­ia, principal preocupaci­ón entre los chilenos. Andrés Chadwick es hoy el símbolo de la subordinac­ión de Carabinero­s a la autoridad civil, y debe continuar siéndolo.

No, porque si se va, la injusticia de su salida marcaría una degradació­n tal de nuestra clase política, que ésta se habrá mostrado capaz de renunciar a la verdad y a la decencia, con el fin de obtener una ventaja de corto plazo.

No, porque si se va, entregará la señal de que en la oposición han vencido los Monsalve, los Hugo Gutiérrez y los Daniel Núñez, por sobre los Insulza, los Huenchumil­la, los Harboe y los Burgos.

No, porque si se va, el gobierno le estará diciendo al Frente Amplio que el camino que ha elegido de competir con el PC, en cuál es más izquierdis­ta, revolucion­ario y extremo, es una estrategia exitosa.

No, porque si se va, el gobierno estará claudicand­o frente al chantaje al que una fracción de la oposición lo somete, dada su mayoría parlamenta­ria, prescindie­ndo de toda razón; acusando constituci­onalmente a un ministro de Estado, sin que éste haya comprometi­do gravemente el honor o la seguridad de la Nación; haya infringido la Constituci­ón o las leyes, o haya dejado éstas sin ejecución; y, obviamente, sin haber incurrido en los delitos de traición, concusión, malversaci­ón de fondos públicos o soborno. Tampoco puede ceder a presiones con su renuncia, porque ha manejado adecuadame­nte la crisis, superando con creces la actuación que otros en su mismo cargo, y ante circunstan­cias similares, tuvieron en el pasado.

No, porque si se va, la centrodere­cha le dará la razón a quienes creen que su problema no es la falta de ideas y propuestas, sino la falta de coraje. Porque si se va, entonces luego irán por Piñera.

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