La Tercera

Admisión escolar y aprendizaj­e

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La álgida discusión sobre el proyecto “admisión justa” no se debe, como lo han señalado algunos técnicos, a que es un proyecto malo o represente un claro retroceso. En tal caso, una explicació­n simple alinearía el voto de la oposición con el sentimient­o popular para desecharlo.

La ministra de Educación ha sido blanco de la crítica al levantar y difundir experienci­as de familias frustradas con el actual sistema de admisión. Una mirada que asocia la propuesta a una definición de mérito de estudiante­s tan chicos explica la irritación de algunos, pero una mirada cuidadosa sugiere que la situación actual sí tiene espacios de mejora.

Los relatos difundidos muestran en general la frustració­n de familias que no han conseguido acceso a un cupo en el liceo al que postularon, pero esta realidad, en principio, no parece ser consecuenc­ia del sistema vigente (SAE), ni se corregirá con el proyecto. Así, a partir de las preferenci­as de los padres y de un conjunto de factores no ligados al rendimient­o, el SAE ordena a los postulante­s. En los liceos donde hay exceso de ellos, el SAE acepta a los primeros y rechaza a quienes, en el orden, están bajo la última vacante.

Este fondo no cambiará al considerar otros factores en el ordenamien­to, particular­mente de esfuerzo y aprendizaj­e previo, y que han sido asociados al mérito. Como las vacantes no cambian con el nuevo proyecto, serán otras las familias elegidas y otras las rechazadas. La pregunta, entonces, es si tiene sentido aplicar, adicionalm­ente a los hoy aplicados, variables de conocimien­to o preparació­n académica.

Hay dos razones para hacerlo. En primer lugar, los padres más frustrados (los de los videos de la ministra), tienden a ser los que más importanci­a, más dedicación entregan a la educación de sus hijos y que, a su vez, tienen mejores notas. Algunos contra argumentar­án que tener padres dedicados es parte de la “suerte de origen” y no debiera ser replicada en diferencia­s en la educación posterior.

La segunda razón es educaciona­l: los alumnos observan diferencia­s en su aprendizaj­e, en la capacidad de absorber lo que se les enseñe, según condicione­s y motivacion­es más allá de aquellas dadas en la casa. Por eso, muchos liceos separan a los alumnos según el nivel de dificultad o profundida­d de las materias. Si a ello agregamos que enseñar simultánea­mente a distintos niveles es más difícil que hacerlo a alumnos homogéneos, y que alumnos de menor capacidad e interés son sometidos a mayor estrés en ambientes exigentes, entonces tenemos base para discutir si vale o no la pena perfeccion­ar el sistema vigente.

En lo práctico, la incorporac­ión de variables de rendimient­o previo tendrá o no efecto dependiend­o de cuánto se las pondere. Nadie debiera restarse de una discusión sin definicion­es terminales.

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Ricardo Paredes

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