Lo que se juega en Venezuela
Más de 300 mil venezolanos viven hoy en Chile. Vinieron desde Caracas y Maracaibo, desde Mérida y Maturín, desde muchos pueblos, bajo el agobio de la inseguridad, la falta de perspectivas, la persecución política, la zozobra provocada por el hundimiento de su país. La mayoría llegó en los últimos años, con la esperanza de conseguir una vida mejor que la que dejaron atrás. Viven pendientes de lo que ocurre en su patria, preocupados de enviarles alguna ayuda a sus familiares, anhelando que llegue el fin de la pesadilla. Ellos son el testimonio vivo del inmenso fracaso de un experimento político que hizo retroceder en todos los terrenos a un país que fue próspero y estuvo a la cabeza de América Latina en los años 70 y 80, como les consta a los miles de chilenos que encontraron refugio y oportunidades en esa tierra.
La catástrofe de Venezuela es la consecuencia de una forma de extravío político, la denominada “Revolución bolivariana”, en cuyos orígenes están las lecciones de Fidel Castro a Hugo Chávez, quien fue el personaje sicológicamente propicio para llevar a cabo una experiencia populista sostenida en la riqueza que había acumulado Venezuela gracias al petróleo. Chávez dilapidó esa riqueza para consolidar su megalomanía refundacional y ganar adeptos en otros países. Las pautas del “socialismo del siglo XXI” destruyeron el aparato productivo, llevaron a la pobreza a la mayoría de la población, pusieron las bases de un Estado mafioso y empujaron al exilio a más de tres millones de venezolanos. Todo con asesoría cubana.
La causa de la libertad de Venezuela separa las aguas en Chile y en la región. Se trata de una batalla por los fundamentos de la vida civilizada que se sintetizan en la cultura de los derechos humanos y los valores de la democracia representativa. Por lo tanto, trasciende el esquema de izquierdas y derechas, aunque se resistan a entenderlo quienes piden paz para Venezuela como una forma vergonzante de apoyar a Maduro. Si creen que él representa a la izquierda, está todo dicho. Por supuesto que Venezuela necesita paz, pero paz con libertad. En un país en el que dominan los lobos, no se puede proponer que los venezolanos actúen como ovejas.
¿Qué decir de una eventual intervención militar de EE.UU.? Que sería un error gigantesco, con un altísimo costo humano. Solo agravaría el drama venezolano y concitaría repudio mundial. Los generales norteamericanos, preocupados del retiro de sus tropas en Siria, saben que una aventura militar en Venezuela sería calamitosa. Hizo bien el Grupo de Lima al rechazar explícitamente tal eventualidad y reafirmar el apoyo a una salida pacífica.
Maduro y su camarilla están hoy arrinconados, lo que nadie imaginaba hace dos meses. El movimiento democrático que encabeza Juan Guaidó lucha hoy por la dignidad de Venezuela, pero también de América Latina. Merece toda nuestra solidaridad.