El interés por invertir en Cuba
Entre los 95 documentos desclasificados por el gobierno de EE.UU. sobre Carlos Cardoen, hay varios que hacen referencia a los deseos del empresario de realizar negocios con Cuba a principios de la década de los 90 y el eventual impacto que ello pudiera tener en EE.UU.
Según un cable fechado en agosto de 1990 y titulado “Empresario chileno sobre posible comercio con Cuba”, Cardoen le pidió informalmente al embajador Charles Gillespie, el 6 de agosto de 1990 –es decir un día después del diálogo mantenido sobre la invasión iraquí a Kuwait- “cómo vería EE.UU. una ofensiva comercial con Cuba que estaba considerando”. El empresario, según el informe, le aclaró al diplomático, que sería un negocio de naturaleza “no-militar” y que no quería “ofender al tío Sam” ni “pisar callos”.
El interés de Cardoen estaba en el ámbito de los productos alimenticios y del turismo, según el mismo le aclaró a Gillespie. El representante de Washington le señaló que si bien hay una diferencia entre la acción de los privados y la de los gobiernos, “las percepciones políticas son menos precisas y EE.UU. no promueve iniciativas que faciliten que el régimen de Castro siga en el poder”. Gillespie le insistió a Cardoen que ese negocio sería visto como “poco útil” para los intereses regionales e inevitablemente se sumaría a otros asuntos, afectando las relaciones entre Chile y EE.UU.”. Si bien la última parte del informe firmado por Gillespie está tachado, sí señala que Cardoen no dio ninguna señal sobre cómo procedería frente a Cuba.
El empresario posteriormente haría inversiones agroindustriales en la isla y sería un fuerte crítico de la ley Helms Burton que endureció el embargo. Un cable de la embajada de EE.UU. de marzo de 1992 destaca que “Cardoen es responsable de virtualmente todo el comercio entre Chile y Cuba”, concretado tras el restablecimiento de las relaciones entre ambos países. ●