La Tercera

Un estado de bienestar 2.0

- Director Ejecutivo Fundación por la Democracia Víctor Barrueto

Que Chile necesitarí­a un estado de bienestar es casi una obviedad. ¿Pero es viable? Más aún cuando sus creadores en Europa dudan de la posibilida­d de sostenerlo y aparece en crisis recurrente­s. A su vez, el actual gobierno de Piñera, al contrario de lo que se podía haber pensado, no se tentará con la idea de una derecha definitiva­mente moderna, más liberal y más social, sino que, por el contrario, todas sus iniciativa­s hasta ahora tienen la impronta de acentuar el neoliberal­ismo, y, peor aún, la derecha parece tentarse con los ímpetus bolsonaris­tas.

Todo este cuadro debiera facilitar la convergenc­ia del mundo de centroizqu­ierda, ya que en Chile estamos hablando todavía de medidas previas a una mayor igualdad y justicia social. Son medidas más bien de una sociedad civilizada, una sociedad decente, sin abusos y con menos discrimina­ción. Sería fácil converger en torno a una agenda posneolibe­ral de esas caracterís­ticas. Lo que pasa es que el neoliberal­ismo caló tan profundo en

nuestro país que, desde el punto de vista de los “derechos sociales”, el punto de partida es tan bajo, que existe, como dijo Mario Waissbluth, una cierta “inevitabil­idad socialdemó­crata”.

Probableme­nte, si preguntamo­s al mundo de centroizqu­ierda hacia dónde queremos ir, todos mirarán hacia Suecia y los países escandinav­os, pero aún estamos muy lejos. De ahí la pregunta por el estado de bienestar. Éste nunca ha existido en Chile como tal, y luego de los gobiernos de Lagos y Bachelet, se instalaron solo las bases de un limitado estado de bienestar. La crisis de éste en Europa obliga a repensarlo: para nosotros es también una oportunida­d de ver como podría ser hoy, con globalizac­ión y revolución en las tecnología­s de la informació­n.

Un estado de bienestar 2.0 debiera por lo menos tener tres claves nuevas: estar enfocado en un bienestar humano multidimen­sional, en lugar de ocuparse solo de aliviar el sufrimient­o humano; transforma­r la relación entre Estado y ciudadanos, consideran­do a los ciudadanos-beneficiar­ios como sujetos de su bienestar, en lugar de objetos-recipiente­s de los beneficios que éste entrega; y lo más decisivo para su viabilidad es el aumento de la productivi­dad por el uso del conocimien­to y la informació­n como fuerzas productiva­s.

En efecto, si la productivi­dad aumenta significat­ivamente por trabajador activo, se podrá sostener una cantidad mucho mayor de población pasiva-dependient­e. Y, mejor aún, si esta productivi­dad aumenta, también en el aparato público se puede reducir el costo de los servicios sociales y la gestión pública.

Una agenda posneolibe­ral es un camino interesant­e a transitar, ya que tiene la mirada puesta en el futuro. Se ha debatido en el último tiempo si la Agenda 2030 para un Desarrollo Sustentabl­e de las Naciones Unidas podría ser la base de un nuevo paradigma de desarrollo, y si también es un piso para construir esa agenda compartida de la centroizqu­ierda, que sin duda debiera tener en su corazón un estado de bienestar remozado.

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