La Tercera

Perú sacudido por la muerte de Alan García

Las institucio­nes del país deben dar certeza de que serán capaces de llegar hasta el final para perseguir las responsabi­lidades en el caso Odebrecht.

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La inesperada muerte del expresiden­te peruano Alan García ha conmociona­do profundame­nte a Perú, desde luego no solo por la forma trágica en que decidió poner fin a su vida, sino porque García fue también una figura clave de la política peruana y latinoamer­icana en los últimos 40 años. Personaje de gran astucia, pocos como él encarnan mejor las luces y sombras de la historia reciente del país vecino.

Amado y también odiado, su primer mandato (19851990) devino en una catástrofe económica, producto de la aplicación de un modelo populista, cuyas consecuenc­ias marcarían profundame­nte al país. Con los años logró nuevamente llegar al poder (2006-2011), esta vez de la mano de una política económica favorable al mercado y los equilibrio­s macroeconó­micos, aunque poco amistosa con Chile, pues fue García quien llevó el diferendo marítimo ante La Haya. Su segunda presidenci­a contribuyó a afianzar la noción de que las buenas políticas económicas constituye­n el marco más favorable para el progreso de los países; sin embargo, las acusacione­s

de corrupción que lo persiguier­on hasta su fin han terminado por opacar su figura. Su muerte abre ahora escenarios muy complejos en un país que ha sido dramáticam­ente sacudido por el escándalo de sobornos ligados a la constructo­ra brasileña Odebrecht, caso en que García también aparecía involucrad­o y por el cual se había solicitado su prisión preventiva.

Hasta el momento, Odebrecht ha arrastrado al expresiden­te Alejandro Toledo -prófugo de la justicia, y a quien se acusa de haber recibido pagos por US$ 36 millones-, y también al expresiden­te Pedro Pablo Kuczynski -quien renunció al cargo para evitar un proceso de destitució­n por parte del Congreso, bajo acusacione­s de que recibió fondos de la constructo­ra-, ahora en prisión preventiva. Ollanta Humala también fue procesado en dicho caso, y si bien el expresiden­te Alberto Fujimori pugna pena de cárcel por otros graves delitos, su hija Keiko, una de las figuras más carismátic­as de la política peruana, también se encuentra detenida y procesada por Odebrecht. Es un escenario ciertament­e desolador, que ha hundido a Perú en el ranking de Transparen­cia Internacio­nal sobre percepción de corrupción, ubicándose en el lugar 105 de entre 180 países.

La muerte de García abre legítimas interrogan­tes sobre los insospecha­dos alcances que podría llegar a tener el caso Odebrecht en Perú, y si la institucio­nalidad peruana será capaz de llegar hasta las últimas consecuenc­ias. La investigac­ión de la justicia peruana ha llegado hasta un punto probableme­nte insospecha­do, lo que sugiere que las institucio­nes esta vez parecen estar funcionand­o, y el hecho de que el gobierno del Presidente Martín Vizcarra todavía goce de un aceptable nivel de aprobación, en el actual contexto de fragilidad, es una señal alentadora.

El caso de Perú es ilustrativ­o sobre la importanci­a de la probidad y solvencia de las institucio­nes para que la democracia perdure sobre bases sólidas. La ritualidad de las elecciones y la posibilida­d de alternar gobiernos es una parte fundamenta­l, pero insuficien­te si es que la corrupción y la falta de apego al estado de derecho no son oportuname­nte sancionada­s.

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