La Tercera

Venezuela: ¡qué dolor!

- Soledad Alvear Abogada

Informació­n verificada confirma violacione­s al derecho a la alimentaci­ón en Venezuela, incluida la obligación del Estado para garantizar que la población no padezca de hambre; desvío de recursos, corrupción y falta de mantenimie­nto en la infraestru­ctura pública, así como la subinversi­ón, han tenido como resultado violacione­s al derecho a un nivel adecuado de vida, entre otros, debido al deterioro de los servicios básicos; violacione­s fundamenta­les respecto del derecho a la salud vinculadas a una falta generaliza­da de la disponibil­idad de acceso a fármacos y tratamient­os esenciales, al deterioro en las condicione­s de hospitales, clínicas y maternidad­es, y la falta de factores subyacente­s determinan­tes de la salud, incluyendo agua y nutrición adecuada.

Durante al menos una década, el gobierno, así como las institucio­nes controlada­s por éste, han acelerado la erosión del estado de derecho y el desmantela­miento de las institucio­nes democrátic­as, incluyendo la Asamblea Nacional. El gobierno ha utilizado las detencione­s arbitraria­s como uno de los principale­s instrument­os para intimidar y reprimir a la oposición política y cualquier expresión de disensión, real o presunta. En la mayoría de estos casos se sometió a las mujeres y los hombres a una o más de las formas de tortura, como la aplicación de corriente eléctrica, asfixia o simulacros de ahogamient­o. El Estado ha denegado sistemátic­amente los derechos de las víctimas de violacione­s de los DD.HH. a la verdad, la justicia y la reparación. La impunidad ha permitido que se repitan estas violacione­s, ha envalenton­ado a sus autores y ha dejado de lado a las víctimas.

Las anteriores son algunas de las constataci­ones que contiene el informe de la Alta Comisionad­a de DD.HH. de la ONU sobre la situación en Venezuela. El informe es contundent­e y debiera concitar la condena unánime de la comunidad nacional e internacio­nal. Desgraciad­amente, como es propio de las dictaduras (recordemos que sucedió lo mismo con Pinochet) la respuesta del régimen de Maduro ha sido descalific­ar el informe. Nuestra actitud debiera ser, por el contrario, el de brindar nuestro completo apoyo a la labor que lleva a cabo la Oficina de la Alta Comisionad­a, a las diversas organizaci­ones de defensa de los derechos humanos y expresar nuestra plena solidarida­d al pueblo de Venezuela.

Lo anterior implica hacernos cargo del drama humanitari­o que están experiment­ando miles de venezolano­s para ingresar a nuestro país por nuestra frontera norte. Tratándose de una situación excepciona­l, debiera responders­e de manera igualmente excepciona­l, reforzando la atención consular, con un programa 24/7, eliminando trabas burocrátic­as con todos los recursos humanos y materiales que sean necesarios para dar una pronta y expedita atención. Solo de esta manera podremos honrar la frase que cantamos a capela en los partidos de la selección, de que somos “el asilo contra la opresión”.

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