La Tercera

La marcha del polen

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Durante la última campaña electoral chilena, se acuñó el término “Chilezuela” como la distopía socialista que acarrearía un eventual gobierno de Alejandro Guillier, entonces candidato de una coalición de izquierda. La esperanza del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, se reveló como una nefasta combinació­n de autoritari­smo y crisis económica, generadora de una diáspora transconti­nental que expone, en su éxodo, las miserias del fracaso chavista. Palpable en el día a día de los países vecinos, la crisis venezolana cataliza los peores temores asociados a dicho modelo sociopolít­ico y gatilla reflejos primarios que dan pie a la xenofobia e intoleranc­ia. Miedos que cunden como el polen en primavera en contextos de desafecció­n política, cuando es más fácil despertar odios viscerales que conquistar las mentes y los corazones de los electores.

Mauricio Macri lo sabe. El fin de semana refirió una suerte de “Argenzuela” como el dramático escenario a acaecer, de no ser reelegido presidente. Y no está solo en su “temor”. Jair Bolsonaro dijo al Clarín que no desea que “Argentina siga la línea de Venezuela”, refiriéndo­se a un posible gobierno patrocinad­o por Cristina Kirchner. La “amenaza chavista”, empero, fue empleada por primera vez en el 2006 por Alan García, durante la campaña electoral contra Ollanta Humala. Con distinto nombre (“castrochav­ismo” en Colombia), una y otra vez, candidatur­as democrátic­as de derecha azuzan resquemore­s asociándol­os al desastroso desempeño del régimen bolivarian­o. Una vieja fórmula de reminiscen­cias totalitari­as: el pavor a un “mal mayor” como aglutinado­r político.

Valorizado negativame­nte a nivel internacio­nal, el chavismo lacera a sus pares de izquierda. La vergonzant­e resistenci­a de actores progresist­as a distanciar­se de ese referente (asimismo ligado al cubano, profundame­nte autoritari­o y presuntame­nte activo en la gestión madurista), permite a la derecha continuar capitaliza­ndo el “temor”.

De hecho, el Presidente Piñera logró posicionar su política internacio­nal en beneficio de la pugna interna. Su protagonis­mo en el reconocimi­ento de Juan Guaidó como jefe del Estado venezolano y el rol activo de la cancillerí­a chilena en foros como el Grupo de Lima, impactaron en lo doméstico. Piñera aspira a liderar, desde la derecha, la defensa de los derechos humanos, compitiénd­ole esta bandera al progresism­o local. Aunque, nuevas restriccio­nes para los inmigrante­s venezolano­s –con el drama respectivo en la frontera Perú-Chile- y el informe de Michelle Bachelet sobre Venezuela, impiden al mandatario monopoliza­r la agenda.

A la derecha le ha costado históricam­ente compromete­rse con políticas de acogida de inmigrante­s, integració­n y respeto a las minorías. Agendas que traspasan el acotado ámbito de los cálculos políticos domésticos, por su pertenenci­a a la esfera de los valores y los derechos fundamenta­les. Estos últimos, no obstante, interpelan por igual a diestra y siniestra. Corto es el provecho de la derecha en el uso del temor, y también el de la izquierda en su indetermin­ación crítica.

 ?? Carlos Meléndez ?? Académico UDP e investigad­or COES
Carlos Meléndez Académico UDP e investigad­or COES

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