El triunfo de Alberto Fernández
Era un triunfo previsible por mucho que se manipularan las encuestas y se buscara intoxicar a la opinión pública. Un gobierno que prometió “pobreza cero” y termina con un tercio de la población argentina bajo la línea de pobreza no podía ganar. El resultado de las PASO del 11 de agosto se inscribe en la tendencia dominante en América Latina durante la última década: pierden los gobiernos, ganan las oposiciones. Así ocurrió por ejemplo en Brasil, Colombia, México y Chile, en este caso con gobiernos de centroizquierda y también de derecha. Más que por su condición ideológica de derecha, éstas ganan porque eran oposición.
A estas alturas, en Argentina se disipó la incertidumbre electoral: Macri no se reelegirá. Hay por el contrario dudas sobre cómo terminará su periodo el 10 de diciembre. La inestabilidad se mantendrá mientras un nuevo gobierno no ponga en práctica un plan de salida. Derrotado, Macri no puede hacerlo pero Fernández tampoco mientras siga siendo solo un candidato.
La derrota de Macri es un claro desmentido a la tesis tan en boga de que se había abierto un nuevo ciclo de gobiernos de derecha que dejarían atrás y para siempre a los gobiernos de corte progresista condenados todos como populistas. El resultado de las PASO muestra que se trataba de una tesis presuntuosa, con mucha soberbia intelectual pero poco fundamento.
Hay que cuidarse sin embargo de una sobreinterpretación de estos resultados. La presidencia de Alberto Fernández será muy difícil. Argentina, tiene los recursos para salir de esta crisis. Necesita, sin embargo, un respiro para recuperar una mínima solvencia que le permita honrar sus compromisos y aliviar al mismo tiempo la situación de los sectores más afectados por la crisis. No hay que esperar milagros. La recuperación tardará en dar frutos y el gobierno deberá luchar en contra de las impaciencias. Es importante que pueda ir de menos a más. No defraudar la confianza de la mayoría de argentinos y argentinas que apoyó esta opción y al mismo tiempo recuperar la confianza en Argentina de la comunidad internacional es una tarea titánica. El camino para lograrla pasa por un desfiladero estrecho.
El liderazgo de Alberto Fernández será decisivo. El enorme apoyo obtenido le da la fuerza necesaria para ejercer plenamente su autoridad. Las dudas sobre su autonomía se han ido despejando. Cristina Fernández no habría alcanzado nunca ese nivel de apoyo. Alberto perforó y muy profundamente el techo electoral de Cristina. Sin él la tercera opción, “Ni Macri ni Cristina”, habría tenido un respaldo muy superior al que obtuvo cambiando radicalmente el panorama electoral. Alberto emergió con un respaldo propio que le confiere gran autoridad y liderazgo. El progresismo tiene en Argentina la posibilidad de recobrar credibilidad. Para ello debe ser capaz de enmendar muchos errores.