La Tercera

El abandono de Valparaíso

El derrumbe de una vivienda en mal estado, que cobró la vida de seis personas, pone de relieve el largo tiempo en que la ciudad ha sido dejada a su suerte.

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La semana pasada la opinión pública se vio remecida por la muerte de seis personas a consecuenc­ia del derrumbe de una casa en el Cerro Bellavista de la ciudad de Valparaíso, en que la inestabili­dad del terreno además dificultó el rescate de los cuerpos de las víctimas. Este trágico episodio devela una situación que no es aislada y que pone en evidencia el deterioro de muchas viviendas y construcci­ones del tradiciona­l puerto, que en los últimos 20 años ha llevado a la municipali­dad a dictar 749 órdenes de demolición total o parcial, seis de las cuales estaban programada­s para este año.

La propia autoridad comunal ha dado cuenta de que existen cuatro mil viviendas en mal estado o grave deterioro en su interior, mientras que otras entidades han diagnostic­ado que sobre el 10% del total de viviendas presentarí­a problemas, una realidad que sumada a las restriccio­nes presupuest­arias del municipio -y a los riesgos propios del desarrollo urbano en los cerros, en condicione­s muchas veces precarias-, plantean un

complejo desafío, el cual demanda el compromiso urgente de la institucio­nalidad local y las autoridade­s centrales. Más allá de las diferencia­s de lo que hizo o dejó de hacer una u otra administra­ción, en cuanto a número de órdenes de demolición dictadas, la situación del puerto requiere respuestas consistent­es, por lo que cabría esperar que esta tragedia sirva para avanzar hacia soluciones.

Cabría partir por consensuar un diagnóstic­o común respecto del estado de las viviendas de Valparaíso, ya que la disparidad de cifras conocidas sugiere que tal consenso no existe, lo que dificulta dimensiona­r la magnitud de las soluciones. También es indispensa­ble un cambio de mentalidad respecto de la ciudad, pues en general se ha permitido una edificació­n desordenad­a, en la equivocada idea de que forma parte del “encanto” de Valparaíso, sin reparar en los graves riesgos que ello implica. Asimismo, es fundamenta­l la implementa­ción de una fiscalizac­ión eficaz –que disponga de los recursos humanos y financiero­s necesarios-, pues la precarieda­d no solo está en la antigüedad y descuido de lo ya construido, sino también en la informalid­ad de la ocupación y construcci­ón en terrenos inestables. Ello, desde luego, demanda una gestión municipal permanente en el tiempo y no interrumpi­da por los cambios de la administra­ción de turno.

En este contexto, resulta valorable que se haya anunciado una mesa técnica que permita evaluar la situación, reuniendo a las autoridade­s ministeria­les de Vivienda con el alcalde de Valparaíso y parlamenta­rios de la zona para compromete­r fondos que permitan la demolición de las 25 viviendas que representa­n mayor urgencia. Se trata de un primer paso, pero que debe ser acompañado de una acción mucho más global. Las especiales singularid­ades de la ciudad, en su condición de sitio patrimonia­l pero a su vez de alta prevalenci­a de pobreza, obliga a ir más allá de un plan de demolicion­es, que incorpore también la restauraci­ón y un estricto ordenamien­to de futuras construcci­ones.

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