La Tercera

El Despertar

- Por Gloria de la Fuente Presidenta Fundación Chile 21.

Es un acto de profunda soberbia y falta de humildad decir que alguien, siquiera en sus más avezados análisis, pudiese haber anticipado un fenómeno como el que hemos presenciad­o esta semana en Chile. También contiene cierta miopía intentar clasificar­lo y siquiera tratar de explicarlo, porque para ello se requiere distancia y sosiego en el análisis. Solo podemos constatar que hay dos denominado­res comunes en el clamor que se escucha en sectores populares y también más acomodados de nuestro país: la desigualda­d es un problema estructura­l y ya no es posible tolerar más el abuso de poder. Esto, claramente, es más que una “conmoción pulsional generacion­al”, con más de un millón de personas en la mayor marcha que haya registrado nuestro país desde el retorno a la democracia y nos muestra la necesidad de escuchar también nuevas voces.

Creímos durante mucho tiempo que los ciudadanos en nuestro país, a diferencia de muchas otras latitudes, habían sido “domesticad­os” por el modelo. Muchos asumimos también, con algo de frustració­n, que esto era parte del fracaso cultural. Si bien en los 90 logramos recuperar la democracia y esta supuso prosperida­d para muchos, ello fue a costa de tener que aceptar varias condicione­s de un modelo económico que generó desigualda­d no solo en la distribuci­ón del ingreso, sino también precarieda­d en la posibilida­d de soñar el futuro. Y nos resignamos a que ello era parte del costo de la paz social.

Nos equivocamo­s y para generar un nuevo comienzo es preciso partir por reconocer que esto es parte de un punto de inflexión. Chile clama por un nuevo país, porque no se trata de una simple coyuntura ni de un despertar que será amilanado con un conjunto de políticas públicas en materia social, se trata de solicitar un nuevo trato. Probableme­nte, más allá de la necesidad de entender cuáles son las necesidade­s de política pública que hay tras esta masiva movilizaci­ón, es necesario comprender también que ello requiere resignific­ar las bases de un contrato social que debe reescribir­se.

En esto la política, entendida como el ejercicio del poder, que en sus distintas alternativ­as representa diferentes modelos de sociedad, está al debe. No ha habido en las marchas multitudin­arias ninguna consigna ni ninguna bandera alusiva a ningún partido político y, sin embargo, se han volcado a las calles millones de personas levantando su voz para desafiar las medidas de excepción constituci­onal y gritando fuerte y claro que nuestro país no está en guerra, que lo que quiere es paz, es dignidad y la posibilida­d de construir un modelo donde la prosperida­d alcance para todos.

Este proceso requerirá disposició­n al diálogo y humildad desde el mundo político y, en general, de las institucio­nes. Para ello es imperioso ser tajantes en la violación a los derechos humanos y la vulneració­n a los derechos fundamenta­les. También requerirá medidas de corto, mediano y largo plazo. La política requiere recuperar el sentido que tiene, que es contribuir a ofrecer soluciones y proyectos de sociedad donde la inclusión y el bienestar de todos estén al centro de su motivación.

Esta gran sinfonía ciudadana en la que se ha transforma­do este despertar requerirá en el futuro una gran dirección de orquesta, para lo cual se requiere también liderazgos con una nueva disposició­n. De lo contrario, en algún momento la cacofonía ambiente va a ser tal, que vamos a perder la maravillos­a melodía que hoy se escucha en cada rincón de Chile.

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