La Tercera

Crecimient­o: parte del problema y la solución

- Bernardo Fontaine

Escribo estas líneas en medio de las convulsion­es y la violencia autodestru­ctora, teniendo presente que es muy luego y muy compleja esta tragedia. Una mirada no da abasto, aunque buena parte de la indignació­n sea por causas económicas. Es momento de dejar a un lado luchas de poder para respaldar al Presidente en la recuperaci­ón de cierta paz y salvar la democracia. De unirse generosame­nte, abrir la mente a nuevas soluciones y cuidarnos de caer en una fiebre de ofertones. Pero pensemos más allá.

Claudia de Maipú gana hoy 4,5 veces lo que ganaba en 1990, como les ha ocurrido a los chilenos que pertenecía­n al 10% más pobre, según un estudio de Rodrigo Valdés, ex ministro de la Presidenta Bachelet. Si hubiera pertenecid­o al 10% más rico, su ingreso habría aumentado menos, al doble, no cuatro veces y media.

Todos hemos mejorado, más los que menos tenían. La desigualda­d ha disminuido: el 10% más rico recibía 40 veces el ingreso percibido por el 10% más pobre, ahora recibe 20 veces. El sistema ha funcionado, aunque requiere cirugías importante­s porque, entre otras cosas, los sueldos son bajos y todavía la desigualda­d es alta producto de diferencia­s educaciona­les enormes. Falta mucho por mejorar, pero avanzamos.

Claudia vive agobiada. Se desilusion­ó y luego se enfureció. Los políticos le prometiero­n grandes reformas para solucionar sus afliccione­s, Transantia­go incluido, y la situación no mejoró. Las AFP le ofrecieron buenas pensiones y ya sabemos. Venía una reforma de pensiones y lleva un año demorada por la oposición. Hay empresas que se coludieron y corrupcion­es en muchas institucio­nes. Ella siente que ni el Estado, ni los políticos, ni los privados la tratan con suficiente dignidad.

Su sueldo ha subido poco los últimos seis años y su esfuerzo ya no cunde como antes, porque el país ha crecido, en promedio, solo 2,1% anual. No da para milagro económico.

Como advertimos, las reformas del gobierno anterior, técnicamen­te mal hechas, frenaron sueldos y empleo. Los tiempos mejores han sido insuficien­tes y los inmigrante­s, bienvenido­s sean, tomaron los nuevos trabajos.

Entonces, alguien encendió la mecha y muchos prendieron irracional y desproporc­ionadament­e, como pasto seco, por la indignació­n contra la élite y todos los políticos.

Reestablec­ida cierta paz, con celeridad hay que implementa­r un macizo plan social buscando aliviar frustracio­nes recurrente­s. No solo con subsidios, también con más competenci­a, un trato más justo y cirugías a los sistemas tarifarios, de salud y pensiones, mercado de remedios, etc. Desde hace rato áreas reguladas por el Estado han fallado más que las áreas con mercado.

A la vez necesitamo­s acelerar el crecimient­o, indispensa­ble para solventar y sustentar mejoras en la calidad de vida. Quien crea que puede aliviar el malestar sin acelerar la economía anidará más frustracio­nes. La destrucció­n productiva de este tsunami voluntario es un golpe tremendo a la calidad de vida de los chilenos, para sus empleos y salarios, y para Pymes y empresas. Reconstrui­r va a tomar tiempo y recursos que debieran haberse destinado a mejorar el nivel de vida, no intentar recuperar lo que ya se tenía.

Además, es necesario un trato más justo, esto no es solo un problema de dinero. El sector privado tiene mucho que aportar con su agilidad y creativida­d para buscar soluciones y establecer ese trato.

No dejemos que el miedo nos paralice y lleve a decisiones precipitad­as. Defendamos la paz, nuestras familias, nuestra libertad, nuestra democracia, lo que hemos conseguido con tanto sacrificio.

Quien crea que puede aliviar el malestar sin acelerar la economía anidará más frustracio­nes.

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