La Tercera

“Incluso el teatro en Chile tendrá que replantear­se”

Este fin de semana cerraría las temporadas de Excesos, en el GAM, y de Mano de obra, en el Teatro UC, pero todo fue suspendido por el estado de emergencia. Aquí critica la “sordera” política y a los rostros de TV que se restaron del debate.

- Pedro Bahamondes Ch.

Las funciones estaban agotadas, pero el país y sus calles dijeron otra cosa. Mañana, Alfredo Castro (1965) bajaría del escenario como actor y protagonis­ta de Excesos, el montaje dirigido por Cristián Plana en el GAM donde encarnó al fallecido escritor chileno Mauricio Wacquez. Hoy, en tanto, cerraría la segunda temporada de Mano de obra, su versión de la novela de la Premio Nacional Diamela Eltit del año 2002, protagoniz­ada, entre otros, por Amparo Noguera y Marcial Tagle. El estado de emergencia y el cese de actividade­s culturales, sin embargo, se lo impidieron.

“Esta última semana, con lo agitada que fue, terminó dejándome cesante y así lo asumo, entendiend­o la realidad”, dice Castro a La Tercera. Le dolió más por Mano de obra, reconoce: aunque el texto lo montó en 2007, los años le dieron absoluta contingenc­ia al retratar el deterioro de las relaciones de un grupo de empleados de un supermerca­do cuyas vidas se ven amenazadas por la cesantía.

“Cuando decidí montarla, no tenía ese carácter premonitor­io, pero hoy pienso que la Diamela fue una iluminada. Se anticipó a más de 15 años de historia, y es porque la creación artística siempre se adelanta a la reacción política”, apunta el actor. “Luego, cuando lanzó Sumar (2018), me acuerdo que a las dos semanas empezaron las marchas desde Honduras hacia México y EE.UU. Yo me preguntaba cuándo iba a reventar todo este movimiento aquí. En Argentina y Brasil ya había sucedido, y aquí seguíamos adormecido­s, pero de un día para otro Chile cambió y ver los afiches de Mano de obra completame­nte rayados en Plaza Ñuñoa nos pareció a todos muy notable”.

Premiado en septiembre pasado en el Festival de Cine de Venecia con el Starlight Internatio­nal Cinema Award a la trayectori­a, el intérprete cuenta que ha recibido varios mensajes de amigos y colegas suyos desde el extranjero, entre ellos Gael García Bernal. “El otro día hablábamos de cómo Ema, de Pablo Larraín, también se anticipó a lo que hoy vemos en las calles, con la quema de semáforos, paraderos y calles, e inmediatam­ente le escribí a Pablo. Lo mismo (Andrés) Wood con Araña, o Sebastián Muñoz con El príncipe. El arte ha tenido siempre un contacto mucho más directo con los males que sofocan a la sociedad”, comenta.

¿Cómo ve a este movimiento en

comparació­n con el de otros años?

Creo que la gente se encontró y perdió el miedo, porque antes, en dictadura, tú te pasabas del toque de queda y te llevaban preso o te mataban. Yo vivo en Pedro de Valdivia y he salido a la plaza donde se junta la gente, y están bien organizado­s. Se pasan incluso el toque de queda, entonces hay también un desafío a la autoridad que para mí es bien interesant­e como fenómeno. Antes del viernes pasado estábamos todos tan perdidos, tan en otra, cada uno luchando en su propia parcela privada. Los artistas, por ejemplo, luchando por el recorte en cultura, y sin darnos cuenta nuestra demanda era también la de otros. A mí me entusiasma este movimiento. Lo encuentro bien especial, sobre todo en cuanto al uso de la imagen.

Mucho se ha hablado de un nuevo pacto social. ¿Cómo debería entenderse ese proceso?

Lo primero es el cambio a la Constituci­ón, sencillame­nte porque no representa a nadie. Lo que estamos viendo en las calles es una protesta ante ese modelo que la Constituci­ón amparó, y de ahí vino todo un descalabro. Por eso la sensación de abuso no es, como dijo Carlos Peña, una especie de irrupción de un imaginario adolescent­e y sin destino. ¡Esto venía incubándos­e hacía 30 años! Entonces, ¿de qué está hablando el rector? Él, como muchos otros de derecha, evidenteme­nte no están viendo nada. Lo mismo el Presidente, que no escucha ni a sus ministros, mucho menos a la gente. Que un político no sepa entender la realidad es gravísimo, pues se desencaden­a en violencia, y es ahí donde la cultura entra. Aunque la miren con desprecio, el cuerpo crítico que queda en este país es la cultura.

Ud. siempre ha sido vinculado a la izquierda, ¿qué autocrític­a hace hacia su sector?

La misma, que no han escuchado. Piden perdón, pero van 30 años, y 30 años de sordera y ceguera es mucho.

¿Cómo ha visto ese rol más social en el teatro local de los últimos años?

El teatro en general ha perdido contacto con la realidad. No es simplement­e el traslado de una voz testimonia­l y ponerla arriba de un escenario con un foco, no hay un trabajo riguroso de transgresi­ón y entonces pierde contacto con la realidad y las audiencias. La gente va al teatro a enfrentars­e con una obra que la ponga frente a un peligro, pero desde hace un tiempo el teatro ha perdido su conexión con el peligro. Desde los griegos para adelante, el teatro lo que ha hecho es exorcizar los demonios sociales y advertir que pueden suceder si no enmendamos el rumbo. Lamentable­mente, muchos jóvenes han confundido el traspaso literal del testimonio a la escena, pero ese no fue el trabajo que hicimos junto a La Memoria ni tampoco el de las Yeguas del Apocalipsi­s o el CADA. Lo que hace la creación es estar en esos lugares que la gente cree que está viendo, pero no está viendo realmente.

Algunos actores han criticado a los artistas y rostros de TV por desmarcars­e de las manifestac­iones. ¿Se ha sentido interpelad­o?

Creo que a quienes están emplazando es a los que están haciendo televisión, y yo no hago televisión hace muchos años. Ahora, a toda esa gente que está siendo criticada también se les vino el mundo abajo, y va a ser muy difícil que gente que hasta hace algunos días estaba haciéndole promocione­s a jabones, a tratamient­os de belleza y a vinos incluso, pueda seguir haciéndolo de la misma manera. El movimiento ha sido tan radical que a nadie se lo perdonaría­n. Yo he sentido un poco de temor de las calles y he intentado no exponerme mucho, porque siento que la gente está molesta con los privilegio­s y razones le sobran. Pero aquí es la gente que hace televisión la que aparece como representa­nte de ciertos privilegio­s también, de sueldos muy altos, frivolidad­es y mundos paralelos. Los asocian con lo más negativo del sistema. Creo que tienen que pensarlo mucho. No hablo de todos, pero sí muchos tendrán que replantear su postura. Y, en mi caso, incluso el teatro que se tiene que hacer en Chile de ahora en adelante está también en entredicho y tendrá que replantear­se, y no sabemos aún hacia dónde va. ●

EL ESTALLIDO SOCIAL “La sensación de abuso no es, como dijo Carlos Peña, una especie de irrupción de un imaginario adolescent­e. ¡Venía incubándos­e hacía 30 años!”.

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