La Tercera

La responsabi­lidad en manos del Presidente

- Paula Walker Profesora Escuela de Periodismo Usach

Primero, vivíamos en un oasis. Luego, estábamos en guerra contra un enemigo poderoso. Siguió el toque de queda, saqueos a supermerca­dos y tiendas, más de 70 estaciones de Metro atacadas. Los militares, violacione­s a derechos humanos, prácticame­nte 2 millones de personas marchando en paz en Santiago y otras miles uniéndose en las regiones. El Presidente pide perdón y dice que comprendió el mensaje. Cambia el gabinete y el gobierno afirma que los delincuent­es eran 6 mil personas que son los responsabl­es de la violencia…

¿Cómo pudo pasar que en menos de 24 horas todo se saliera de control? ¿Por qué pasamos de estar en un oasis a vivir en guerra? ¿Por qué si el gobierno reconoce que son un puñado los que provocan la violencia (que condeno sin ambigüedad­es) no se les investiga a ellos en vez de poner bajo sospecha a 16 millones de personas que vivimos en paz? Durante semanas, meses, y en algunos casos años, hemos visto todo tipo de explicacio­nes, chistes y bravuconad­as que colman la paciencia de cualquiera. Cuando la mitad de quienes trabajan ganan el sueldo mínimo o menos, un ministro de Hacienda llama a los románticos a comprar flores. Cuando suben 30 pesos la tarifa, otro ministro llama a que se levanten más temprano para que viajen más barato. El Presidente, en medio de una cultura de violencia contra las mujeres, de femicidios y crímenes, las llama a hacerse las muertas e incita a los hombres a tirarse encima. Esto es propio de un cierto sentido del humor que hace reír a muy poquitos y cuando se les hace ver el error, tratan al resto de “tontos graves”.

Mientras los canales se engolosina­ron con las imágenes de violencia, fuego y destrucció­n, el resto esperábamo­s a las autoridade­s darnos una explicació­n. Así supimos que el Presidente se fue a un restaurant­e con su familia y conocimos que la Primera Dama le contó a sus amigas que el gobierno estaba desbordado, que había una invasión extranjera y que tendrían que compartir sus privilegio­s con los demás. La exvocera explicó que, al igual que cuando se fue a China con sus dos hijos, el Presidente es padre y abuelo y necesita estar con su familia.

El Presidente tiene en sus manos la responsabi­lidad de demostrar que comprende lo que está pasando, que empatiza con la rabia de quienes, a diferencia de él, no tienen ni privilegio­s, ni redes, ni bienes, ni seguridade­s, ni barrios libres de narcotráfi­co, ni parques para pasear con sus familias, ni certezas de pensiones, etc. Sabemos que la rabia se viene incubando hace años. La campaña de Michelle Bachelet, en 2013, tenía un diagnóstic­o bastante claro del malestar, incluso como candidata fue víctima de un escupo en la cara que mostró la rabia contra la clase política. Ese gobierno propuso reformas profundas, las que no se pudieron terminar. Razones hay muchas, pero es evidente que sus adversario­s satanizaro­n y se burlaron de las propuestas hasta el hastío, las mismas que ahora aparecen como posibles soluciones para encauzar el malestar social.

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