La Tercera

¿Contra la historia? Los próceres en entredicho

En Temuco y Concepción derribaron estatuas de Pedro de Valdivia y Diego Portales, y en La Serena reemplazar­on la imagen de Francisco de Aguirre. ¿Revisionis­mo o simple vandalismo? Historiado­res responden.

- Por Pedro Bahamondes Ch.

Unos celebraban y otros miraban incrédulos la escena. Cerca del mediodía del martes, un grupo de manifestan­tes tomó una cuerda y derribó el busto de Pedro de Valdivia (14971553) que se hallaba entre las calles Balmaceda y Caupolicán, en pleno centro de Temuco. Muy cerca de allí, otros colgaban la bandera mapuche junto a una estatua de Arturo Prat, mientras quienes ya habían echado abajo una imagen de Diego Portales (1793-1837) la decapitaba­n ante la vista de todos. Horas después, la cabeza del ex ministro y principal ideólogo de la Constituci­ón de 1833 colgaba de la mano izquierda del toqui mapuche Caupolicán. Abajo rezaba la frase “Nueva Constituci­ón o nada”.

También en la Araucanía, fue arrancada de su podio en la Plaza de Armas de Collipulli la imagen del militar chileno Cornelio Saavedra (1821-1891), a quien la historia recuerda como cabecilla del proceso que algunos insisten en llamar Pacificaci­ón de la Araucanía, y otros, la Ocupación del Wallmapu.

Hechos similares se vieron en otras ciudades: en Concepción arrancaron otro busto de Pedro de Valdivia, quien fundó dicha ciudad en 1550. Fue rayado y “empalado” a los pies de la estatua de Lautaro. En La Serena, en tanto, la imagen de Francisco de Aguirre (1508-1541), el militar y conquistad­or español, fue desprendid­a e incendiada. En su lugar se instaló a “Milanka” (mujer diaguita), iniciativa de la agrupación regional Casa de la Nuez. Hasta ayer, el alcalde Roberto Jacob descartaba retirarla. Mientras, el chamuscado busto de De Aguirre se encuentra aún al interior del municipio.

“Me es imposible ver su derribo como simples actos vandálicos, creo encierran un simbolismo muy potente en medio del estallido social que vivimos en Chile”, dice el periodista y autor de Historia secreta mapuche, Pedro Cayuqueo. “Hoy cuando se han sincerado tantas cosas, resulta sanador también sincerar una historia dolorosa que compartimo­s las primeras naciones y que la historia oficial ha maquillado de forma grotesca. Valdivia es símbolo de la conquista europea, Portales lo es de aquel estado autoritari­o del siglo XIX, y Cornelio Saavedra de la invasión del país mapuche, símbolos no menores de

una historia oficial que también comienza a ser cuestionad­a, vanda- lizada. Ver al gran toqui Caupolicán con esa cabeza en sus manos no deja de ser poético”, agrega.

Para el historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt no se está frente a un “ajusticiam­iento histórico”, sino derechamen­te ante actos vandálicos. “Quienes confunden el ejercicio de revisar la historia con ‘ajusticiam­ientos’ no piensan mucho. Que en otros momentos nos inmortaliz­áramos levantando estatuas y, ahora, derribándo­las, indica lo primarios que somos. Este vandalismo conlleva un empobrecim­iento civilizato­rio: volvemos al salvajismo”, opina el también au

tor de El peso de la noche.

Iván Jaksic, director del programa de la U. de Stanford en Chile y académico de la U. Adolfo Ibáñez, condena también los ataques, pero les suma un componente reflexivo. “No creo que se trate de un movimiento ‘contra la historia’ sino contra ciertos símbolos que son susceptibl­es de interpreta­ciones antagónica­s”, apunta el historiado­r. “Puede tener sentido el que se elijan figuras como las de Valdivia o Portales, porque representa­n, válidament­e o no, la crueldad de la conquista o el autoritari­smo de la nueva nación. Destruir estatuas puede proporcion­ar un alivio catártico para algunos, pero no aporta mucho. Por

el contrario, legitima la violencia como un acto político”, añade.

EEUU: retirar y subastar

Aún no lo cuenta la historia, pero sí el presente. El 15 de octubre pasado, días después del antiguo Día de la Raza en EEUU, activistas salpicaron de pintura roja la estatua de Cristóbal Colón en el Estado de Rhode Island. Más abajo, escribiero­n: “Paren de alabar al genocida”. Desde 1992, distintas agrupacion­es han presionado a otras ciudades para que las imágenes del navegante español sean retiradas y calificada­s como “símbolos de odio”. Incluso piden cambiar el Día de Colón por el Día de los Pueblos

Indígenas. Su imagen fue retirada del centro de Los Angeles y llevada a Nueva York, donde hasta hoy se encuentra el homenaje en Central Park. “Para mí siempre será el día de Colón. A alguna gente no le gusta eso. A mí sí”, dijo entonces el presidente Donald Trump.

Registros del Southern Poverty Law Center, organizaci­ón en defensa de los derechos civiles, señalan que desde 2015 al menos 114 símbolos confederad­os han sido eliminados en EEUU. Un ejemplo es la estatua de bronce de Robert E. Lee que se encontraba en un parque de Dallas hasta 2017. Hace unos meses se subastó por más de 1,4 millones de dólares y con la prohibició­n de volver a exhibir públicamen­te la imagen de quien comandó al Ejército de los Confederad­os, que se opusieron a abolir la esclavitud en la Guerra de Secesión.

España tampoco se ha quedado de brazos cruzados: el 12 de octubre pasado, Día de la Fiesta Nacional, la estatua de Colón en Valladolid amaneció pintada de rojo y con la frase “El españolism­o es fascismo”.

“Creo que es bueno que cuestionem­os aquí también el papel de las figuras históricas, nos haría muy bien tener un debate al respecto, pero no a martillazo­s”, dice Iván Jaksic. “En EEUU y Europa son temas relevantes, pero se abordan con debate, no con violencia”, agrega. Jocelyn-Holt concuerda: “Desde los años 80 en Chile se habló de ‘otra historia’ posible que desmitific­ara la antigua ya superada. Resulta complicado conferir estatus de contraprop­uesta seria, ‘contra histórica’, a actos que parecen ser violencia ciega, sino peor, programada por agitadores profesiona­les, algunos de los cuales puede que sean alumnos de departamen­tos de ‘ciencias históricas’ de universida­des cada vez más militantes y sectarias”, agrega.

Cayuqueo toma distancia: “Aquí hay una rebelión del objeto de la historia que busca ser reconocido como sujeto histórico. Es propio de la evolución de cualquier sociedad sana y democrátic­a el cuestionar y repensar su propia historia”, opina. “La historia de Chile se nutre hasta hoy de la mirada de historiado­res como Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo XIX. ¿Debe la mirada decimonóni­ca, elitista y racista de ambos seguir caracteriz­ando el relato de Chile que queremos enseñar a nuestros niños y niñas? No lo creo”.

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En Concepción, el busto de Pedro de Valdivia fue retirado y ubicado debajo de la estatua de Lautaro.
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La cabeza de Diego Portales fue colgada en la mano de la estatua de Caupolicán, en Temuco.

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