Plebiscito ya
La crisis que enfrentamos es global. Es la crisis del modelo de desarrollo incapaz de asegurar dinamismo económico y una justa distribución de la riqueza; al mismo tiempo, es la crisis del sistema político, incapaz de responder a las demandas de la ciudadanía. Es más que la crisis del gobierno, es la crisis del Estado. Luego de 12 días de intensas movilizaciones acompañadas de un vandalismo repudiable, con un gobierno insensible e inepto, una luz se avizora al final del túnel.
Desde la DC al Frente Amplio hay acuerdo para promover un plebiscito que permita a los chilenos decidir sobre si quieren o no dotarse de una nueva Constitución y el mecanismo más idóneo para elaborarla: Congreso Nacional, Comisión de Expertos o Asamblea Constituyente. La idea de nueva Constitución se abre tambien paso en la derecha. El diputado Desbordes, la nueva ministra Rubilar y el propio ministro del Interior, Gonzalo Blumel, se han manifestado dispuestos a discutir. Por su parte, los presidentes de la Cámara y del Senado han dado formalmente inicio al proceso constituyente.
Contrariamente al argumento con que los conservadores se opusieron en el pasado a avanzar en esta dirección, la Constitución es algo que concierne de manera muy directa a la gente puesto que se trata de la definición de las reglas que han de regir nuestra convivencia, de los pisos mínimos que la sociedad debe asegurarle a cualquiera por el simple hecho de ser ciudadana o ciudadano.
No hay solución progresiva a la crisis actual sin una participación activa, informada y masiva de la ciudadanía. Sin ella no es posible reconstruir un sistema político que para ser eficaz debe ser legítimo. Llegamos a una situación extrema: con millones de personas en las calles; una ciudadanía que no le pide permiso a nadie para manifestarse y expresar sus reivindicaciones a veces de manera festiva pero también con furia; un gobierno desbordado que no logra comprender lo que ocurre y que con un costo demoledor en cuanto a imagen internacional, tomó su primera decisión lúcida: cancelar las dos grandes conferencias previstas para los próximos meses, APEC y COP25.
La semana que viene puede ser decisiva respecto del rumbo del proceso. Hay que agotar los esfuerzos para que encuentre un cauce progresivo. Una convocatoria rápida a plebiscito constituiría una señal poderosa de que se escuchó el clamor de la calle y que durante los próximos meses discutiremos de cómo generar un Pacto Social que acoja las demandas de la gente.
Al final del camino, con una nueva Constitución, podríamos no solo resolver la crisis y a su vez dotar a Chile, por primera vez en su historia, de un sistema de normas legítimo, emanado de la ciudadanía y no de una imposición por la fuerza, como es el caso de las tres grandes constituciones que nos han regido. No le tengamos miedo a la democracia.