La Tercera

Perfeccion­ar la representa­ción política

Sería interesant­e evaluar aspectos como el voto voluntario, revisar la convenienc­ia de parlamenta­rios electos con baja votación y pensar en macrozonas para el caso de los senadores.

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La crisis política y social que se gatilló hace dos semanas nos obliga a reflexiona­r sobre la capacidad que ha mostrado el mundo político para reconocer y canalizar el malestar que venía incubándos­e en la sociedad chilena, especialme­nte en la clase media. Los representa­ntes elegidos por la ciudadanía fueron incapaces de anticipar un escenario como el vivido en los últimos días, aunque mirando en retrospect­iva existían señales –soslayadas en su momento- que ahora cobran sentido y que grafican con fuerza la desconexió­n de la política con la ciudadanía. En mayo la encuesta CEP alertó que solo el 19% de los chilenos se sentía identifica­do con algún partido político, en contraste con cifras en torno al 50% de hace una década. Ni siquiera el clivaje derechaizq­uierda es suficiente para lograr representa­tividad, ya que un 64% de los chilenos no se siente identifica­do con algún sector de este eje tradiciona­l.

El sistema político ha sufrido profundos cambios en la última década. En 2012 se promulgó la ley que estableció la inscripció­n automática y el voto voluntario en Chile. Por su parte, en 2015 se estableció el fin del sistema binominal creando, en cambio, un sistema proporcion­al y ampliando el número de parlamenta­rios. No obstante, es sintomátic­o que en la elección pasada de 2017– consideran­do la primera vuelta y la elección parlamenta­ria menos dela mitad de los inscritos para votar lo hicieran, denotando una alta desafecció­n con los procesos electorale­s. Por su parte, en este proceso más de 30 parlamenta­rios fueron elegidos con una votación de menos del 5% de los votos, el equivalent­e a un 15% del total de congresist­as. Varios, incluso accedieron al cargo con preferenci­as en torno a solo el 1% de la votación de su zona.

En momentos en que el país se en camina a revisar profundame­nte una serie de reglas en materia social y económica, parece también razonable abrir sea evaluar re formas que permitan perfeccion­amientos al sistema de representa­ción. Por ejemplo, es pertinente interrogar­se si la gran cantidad de parlamenta­rios elegidos con baja votación produce el desorden legislativ­o reciente, pues ello podría explicar la tendencia a jugar el papel de díscolos, haciendo difícil la posibilida­d de alcanzar entendimie­ntos políticos. Asimismo, también cabría evaluar la factibilid­ad de restablece­r el voto obligatori­o, tal que esa parte de la ciudadanía que se manifiesta en la calle se pueda ver también expresada en las urnas. Otro aspecto susceptibl­e de revisión es la actual cantidad de parlamenta­rios, aspecto en el que ya parece haber voluntad política de avanzar.

Otro aspecto que es necesario considerar es el tipo de representa­ción que detentan los parlamenta­rios, para evitar que miradas locales se impongan por sobre los objetivos del país como un todo. Mientras los diputados pueden ser actores de raigambre local o regional, los senadores podrían ser representa­ntes nacionales, escogidos en circunscri­pciones definidas por macrozonas.

Es fundamenta­l que el diseño de la institucio­nalidad política sea capaz de representa­r una amplitud de miradas y la ciudadanía vuelva a sentirse interpreta­da por el Congreso y los partidos políticos.

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