Kolisi lidera el arcoíris sudafricano
El primer capitán negro de los Springboks y Kolbe, su gran arma de ataque, buscan la tercera corona para su país.
Lejos está el recuerdo de 1995, cuando los Springboks pudieron disputar por primera vez una Copa del Mundo. Y la ganaron de modo brillante, venciendo en la final a los All Blacks de Jonah Lomu y Sean Fitzpatrick. En aquella ocasión, solo había un jugador negro en el plantel de los verde y oro: Chester Williams (fallecido hace algunas semanas por una falla cardíaca).
En Francia 2007, cuando Sudáfrica venció en la final a Inglaterra, la composición racial del equipo había cambiado levemente, pero ya lucía como figuras y titulares a los wings Bryan Habana y J.P. Pietersen.
Doce años después ya el balance varió de manera radical, respondiendo en parte a la cuota racial que exigía el Congreso Nacional Africano, el partido de gobierno en Sudáfrica. Aunque no se alcanzó el 50% que demandan algunos, el entrenador Rassie Erasmus, ex flanker de los Springboks, sí integró 11 jugadores negros al equipo, muchos de los cuales ya acumulaban vasta experiencia en el quince nacional, sobre la base estricta del rendimiento y las necesidades colectivas.
Por eso, decidió darle la capitanía a Siya Kolisi, un tercera línea de mucha movilidad y potencia, además del obvio liderazgo que exige la condición que le otorgó el coach.
Kolisi es un auténtico fenómeno de integración en un país que vivió durante decenios bajo el régimen de apartheid. Está casado con una mujer blanca y entre sus mejores amigos en los Springboks figuran algunos afrikaaners (descendientes de holandeses y franceses).
Respecto de la calidad, casi no caben dudas: hay equilibrio en todas las líneas, aunque destaca con particular brillo el wing Cheslin Kolbe, un jugador de apenas 1,71 que fue reservado en semifinales debido a algunas molestias.
Kolbe está desde 2017 en el Toulouse (el equipo más laureado de Francia y Europa) y parece casi un milagro de la naturaleza: con su velocidad y cambio de paso desaira constantemente a los defensas y su coordinación y altura en el salto casi le hacen infalible en el juego aéreo, superando muchas veces a rivales que están cerca o superan los dos metros.
Sudáfrica enfrenta en la final a los ingleses, un quince que no acepta quiebres y que puede complicar a los Springboks al mover la ovalada de lado a lado. El
del arcoíris, en todo caso, parece preparado para todo.b
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