“España es difícilmente gobernable. Lo estamos viendo”
En conversación con La Tercera, el dirigente catalán habla sobre su paso por el Palau de la Generalitat, el auge del movimiento independentista y las perspectivas electorales del próximo 10 de noviembre.
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Su paso por el Palau de la Generalitat de Cataluña no provocó indiferencia. Artur Mas, de 63 años, ganó las elecciones autonómicas el 28 de noviembre de 2010 y hoy, el partido con el que llegó a la presidencia catalana -Convergencia i Unió- ya no existe. Así, ahora mutó a Junts per Catalunya. Artur Mas, que logró alianzas impensables y acuerdos imposibles, tuvo a España y Cataluña en vilo. En conversación con La Tercera, asegura que su gobierno fue “la lluvia que agujereó el hormigón”.
En 10 años pasaron muchas cosas en España. El estallido de la crisis económica global de 2008 dinamitó el estado del bienestar y sacó a la luz los casos de corrupción y de desigualdad más profundos del país. Volvieron así los gobiernos liberales de la mano de Artur Mas en Cataluña (2010) y de Mariano Rajoy en España (2011). A nivel socioeconómico, el malestar, el descontento y el hartazgo ocuparon la Puerta del Sol, en Madrid, y la Plaza de Cataluña, en Barcelona.
La estabilidad de las primeras décadas en democracia parecía un espejismo y viejos fantasmas empezaron a aflorar e impregnar las estructuras de país. Hay quienes hablan de fantasmas y hay quienes aseguran que España nunca cicatrizó las heridas de la dictadura franquista. Heridas o fantasmas, hoy España se ve incapaz de formar gobierno y una parte muy importante de la sociedad catalana no quiere formar parte de este país.
En 10 años también cambió la situación en Cataluña. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña se hizo pública en 2010 y empezaron las primeras protestas multitudinarias contra el gobierno y el Estado español. Tras seis años de gobiernos progresistas, volvió Convergencia i Unió a
las instituciones: un partido liberal caracterizado por la hegemonía catalanista del expresidente Jordi Pujol (1980–2003). La crisis económica acecha con fuerza, los estudiantes se toman la calle y se empieza a hablar de la creación de un Estado propio. La primera manifestación masiva por la independencia de Cataluña tuvo lugar en Barcelona. Y se vota hasta cinco veces en nueve años. Dos de ellas claramente enfocadas a la independencia de Cataluña: la primera, el 9 de noviembre de 2014, a través de una consulta participativa. La segunda, a través del referéndum ilegal de autodeterminación del 1 de octubre de 2017.
Pero el descontento se incrementa. Artur Mas se aparta entonces de la primera línea política, llega Carles Puigdemont a la Generalitat mientras fuerzas de izquierda ganan posiciones dentro del “soberanismo” y se abre un debate fundamental para entender el conflicto actual: qué va primero, ¿la independencia de Cataluña o la lucha ideológica?
En 2015, Artur Mas se trasladó del Palau de la Generalitat al Palau Robert, un centro cultural del gobierno catalán donde tiene ubicado su despacho y donde se produjo esta entrevista. En una de las estanterías hay una larga colección de autos en miniatura, la mayoría de color rojo. También hay muchos libros; la mayoría, enciclopedias y atlas de diferentes países, aunque también se pueden ver títulos de Haruki Murakami o Joan Sales. En una esquina también tiene una decena de libros sobre el patrimonio cultural y natural de Colombia, México, Perú, Argentina y Chile.
¿Ha estado alguna vez en Chile?
Sí, la primera vez que estuve en Santiago fue hace 15 años en el marco de una gira internacional por América Latina. En Santiago estuve antes de ser candidato a la presidencia de Cataluña y nos reunimos con el Presidente Ricardo Lagos.
¿Le han sorprendido las movilizaciones de estos días en Chile?
Sí. La imagen que tenemos aquí sobre Chile es la del país de Latinoamérica donde todo va mejor. Pero una cosa es la imagen general que tú puedas tener y otra la realidad intrínseca del país. Estos días he leído sobre la situación en Chile y aunque es un país moderno, las desigualdades siguen siendo enormes. Y cuando hay tanta desigualdad, cualquier cosa puede ser el chispazo que enciende el fuego.
América Latina salió indemne de la crisis económica de 2008 y ahora resulta que es una de las regiones más golpeadas. Usted llegó a la presidencia catalana en uno de los momentos económicos más complejos de España. ¿Qué lectura puede hacer de todo lo que está emergiendo en América Latina?
Cuando yo llegué a la presidencia me encontré en una situación similar. La diferencia es que el estado de bienestar español estaba en un estado más avanzado y, por lo tanto, más sólido. Cuando el sistema de bienestar es más precario, menos sólido, la gente está más desprotegida y la respuesta social es más dura. Nosotros tuvimos una respuesta social dura, pero no llegamos al extremo de Chile o Ecuador.
En Chile hay quienes abogan por una reforma constitucional. ¿Qué pasa cuando se pone este debate encima de la mesa?
Hay quienes dicen que modificar una Constitución es abrir un melón de consecuencias imprevisibles. Pero hay otros que decimos que las constituciones no pueden ser rígidas porque las situaciones de los países cambian y evolucionan. Una Constitución tiene que ser adaptable en función de los movimientos
sociales y cambios de cada país.
Vayamos a Cataluña. Ya ha pasado casi una década desde que llegó a la presidencia. ¿Cuál considera que ha sido su legado?
Entre otros, fue ayudar a cambiar decisiva y definitivamente la mentalidad de buena parte de Cataluña. Se pasó del concepto de la autonomía al concepto de soberanía que tenemos hoy en día. Pasamos de focalizar esfuerzos para mejorar el autogobierno de Cataluña a enfocarnos a ser un país independiente. Este cambio hace 10 años era impensable. Lo que no esperábamos era convertir Cataluña en un sujeto político a escala internacional.
Desde las movilizaciones de 2010 hasta las protestas contra la sentencia del Tribunal Supremo a los nueve líderes presos, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?
Por una razón: la negativa constanles te del Estado español a sentarse para hablar del problema de fondo. Si no quieren hablar, quiere decir que no hay diálogo, y si no hay diálogo llegamos a la colisión que es el punto donde estamos ahora.
¿Considera que el actual gobierno de Cataluña puede capitalizar las protestas del movimiento independentista y liderarlo?
Creo que es casi imposible que un gobierno se plantee liderar un movimiento estrictamente social. El gobierno puede aspirar a canalizar este movimiento, pero no a liderarlo. La aspiración política ahora debe ser que el movimiento independentista no pierda el carril central que se ha seguido hasta el momento. Eso quiere decir voluntad de pacto y diálogo y quiere decir espíritu pacífico.
Con la perspectiva que ofrece el tiempo. ¿Qué significó la creación de la lista unitaria del bloque independentista Junts pel Sí en las elecciones de 2015?
Junts pel Sí fue el único intento para intentar aglutinar bajo un mismo paraguas las diferencias del bloque independentista. Este era el marco mental: sustituir la competencia electoral por la cooperación para lograr un gran objetivo de país. Era un intento de acercarnos a lo que los escoceses tienen con el Scotish National Party, un partido independentista único.
De cara a las elecciones generales del próximo 10 de noviembre, ¿cree que se debería haber presentado de nuevo una lista unitaria?
Sí, se debería haber hecho un frente común ahora, hace unos meses y hace dos o tres años. También se debería haber hecho a nivel europeo, como ya propuso el presidente CarPuigdemont. Eso no ha sido posible porque hay partidos soberanistas que rechazan estas fórmulas. Por lo tanto, llega un momento en que no puedes insistir más. Al final los pactos requieren una suma de voluntades, y si hay alguien que no quiere, tampoco le puedes obligar.
¿Mantiene contacto con el expresidente Carles Puigdemont?
Sí. Lo voy a ver a Bélgica a menudo, ya que es la manera más segura de comunicarse sobre temas delicados.
Una de las consignas más escuchadas estos días en las movilizaciones independentistas contra la sentencia del Tribunal Supremo ha sido “Torra dimisión”. ¿Cree que el presidente Torra debería dimitir?
No. Estos días se han escuchado muchas cosas en la calle.
¿Sin una solución para Cataluña, España es ingobernable?
España es difícilmente gobernable. Lo estamos viendo estos últimos meses. Aunque lleguen a sumar una mayoría en estas elecciones, si no enfocan bien el tema catalán, esto repercutirá en toda España de manera permanente.
¿La solución del conflicto catalán pasa por el consenso con el Estado español?
Se trata de un proyecto de futuro para Cataluña y la actitud siempre debe ser negociar con el Estado español.
En febrero de 2020 termina su inhabilitación. ¿Piensa volver a primera línea política?
Si la respuesta la tengo que dar ahora, la respuesta es no.
PROTESTAS EN CHILE “Una cosa es la imagen general que tú puedas tener y otra es la realidad intrínseca del país. Es un país moderno, pero con desigualdades enormes”.
CATALUÑA “La aspiración política ahora debe ser que el movimiento independentista no pierda el carril central que se ha seguido hasta el momento”.
ESPAÑA “España es difícilmente gobernable. Lo estamos viendo estos últimos meses”.
¿Y si se lo preguntara más adelante?
Ahora no. Pero wait and see (espere y vea).b