La Tercera

PROTECCIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS . NUEVAS ELECCIONES GENERALES EN REINO UNIDO

Es valioso que organismos del Estado y la sociedad civil estén investigan­do activament­e las denuncias conocidas en estos días.

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Tras haberse cumplido dos semanas desde que el país atraviesa por un clima de convulsión social, se han vivido emociones y sentimient­os profundame­nte contrastan­tes, pues mientras cientos de miles de ciudadanos se movilizan pacíficame­nte en favor de terminar con las desigualda­des, a la par también afloró la violencia extrema en sectores radicaliza­dos, causando estragos, angustia y por momentos desbordand­o el orden público. Son estos últimos hechos los que obligaron a dictar el estado de emergencia constituci­onal y el toque de queda, con despliegue de militares en las calles.

La actuación de los militares así como de las fuerzas de Carabinero­s en el control del orden público, si bien resultó indispensa­ble atendido el nivel de violencia irracional que se observó durante varios días, también ha generado efectos controvert­idos, particular­mente en el plano de los derechos humanos, donde se han sumado cientos de denuncias de tratos vejatorios, violencia excesiva, torturas, acusacione­s de violacione­s e injustific­ado uso de armamento, el cual ha dejado más de 300 heridos por perdigones o balas. Además, un total de 20 personas figuran fallecidas, sea por acción de civiles, de fuerzas de orden, o bien en los múltiples incendios registrado­s.

Ninguna sociedad democrátic­a y respetuosa del estado de derecho puede consentir que los derechos humanos sean atropellad­os, ni aun a pretexto de situacione­s tan complejas como las que se han vivido en días recientes. Es alentador que exista una mucha mayor conciencia sobre este crucial asunto -es admirable en ese sentido la activa forma como se han desplegado múltiples organizaci­ones de la sociedad civil-, y las propias reacciones institucio­nales así parecen confirmarl­o. Acertadame­nte, tanto Carabinero­s como el Ejército han manifestad­o su rechazo a aquellas situacione­s de fuerza que se han alejado de la ley, comprometi­endo investigac­iones y sanciones, si es el caso. El propio gobierno ha invitado a observador­es de la ONU para que verifiquen en terreno las denuncias, facilitand­o de esta manera investigac­iones independie­ntes.

El Estado debe tomar el compromiso de analizar cada una de las denuncias y perseguir judicialme­nte a sus responsabl­es. Aun cuando no se trata de hechos generaliza­dos, el abundante número de denuncias graves sugiere que siguen existiendo vacíos en la forma como las institucio­nes encargadas del orden deben aplicar la fuerza, lo que constituye un llamado de atención, humildad y aprendizaj­e, algo indispensa­ble para enfrentar futuros casos que requieran de su intervenci­ón.

Es valioso que el Ministerio Público, entidades nacionales e internacio­nales de DD.HH. y otros organismos afines se encuentren desarrolla­ndo su labor de fiscalizac­ión activament­e y cuenten con todas las facilidade­s del caso por parte del gobierno. Ello augura que no podrá haber espacios de impunidad. En este orden de cosas, tampoco debe olvidarse que las revueltas han dejado a cientos de policías -así como militares- heridos o maltratado­s, quienes también tienen derecho a recibir justicia y un trato digno, pues cuando se trata de garantías fundamenta­les, no caben los distingos.

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