La Tercera

Expectativ­as sobre un nuevo pacto

- Por Gloria de la Fuente

“Chile despertó”. Esa es la consigna que se escucha en cada rincón del país, y todo parece indicar que no se volverá a dormir, ni aun cuando las manifestac­iones en la calle amainen y haya quienes crean que es posible responder a la demanda con una serie de políticas públicas que apuntan a hacerse cargo de las necesidade­s sociales más urgentes. Lo que está en el trasfondo del clamor en la calle es un nuevo pacto social y, en consecuenc­ia, vale la pena empezar a perderle el miedo a la posibilida­d de discutir una nueva Constituci­ón.

No es menor considerar que desde hace algunos días han proliferad­o los cabildos en distintos lugares del país. Muchos de ellos, autoconvoc­ados por vecinos, ciudadanos e institucio­nes, y otros más articulado­s, como los organizado­s por la Mesa de Unidad Social. El denominado­r común en estos encuentros es la necesidad de volver a escucharse como ciudadanos y buscar de manera conjunta una salida a la crisis política y social que enfrenta el país. En este cuadro, no deja de llamar la atención que hasta actores del oficialism­o sean ahora proclives a la realizació­n de estos encuentros para poder diagnostic­ar de mejor manera el origen del malestar.

Hay que poner atención a un punto que es relevante, que es la generación de expectativ­as que este tipo de encuentros crea. Y es preciso que el gobierno vea en esto tanto una necesidad como una oportunida­d, dado que tanto el Poder Legislativ­o como el Judicial ya se han manifestad­o favorables a iniciar un proceso que permita cambiar la Constituci­ón, que, por más modificaci­ones que tenga, tiene un origen en dictadura que relegó la participac­ión de la ciudadanía y que fue ratificada en un plebiscito sin ninguna garantía básica respecto de la integridad de su resultado. Esto es de la mayor importanci­a, porque se trata de responder a la demanda ciudadana a través de los canales institucio­nales que permitan volver a poner al centro de la discusión uno de los principale­s déficits que hace años exhibe nuestra democracia, que es la participac­ión. En efecto, el Índice de la Democracia, de The Economist, califica a nuestro sistema político como una “democracia imperfecta”, justamente por el déficit en materia de participac­ión política, a diferencia de países como Uruguay, la democracia más perfecta de la región, que tiene una amplia trayectori­a en la materia.

Perderle el miedo a un proceso constituye­nte y hacerse cargo de las expectativ­as que empiezan a aflorar parece un camino más sensato que negarse a escuchar los orígenes del despertar de los ciudadanos en Chile. Habilitar un proceso que permita preguntarl­es a los ciudadanos de este país si quieren cambiar la Constituci­ón y, luego, por qué mecanismos, parece un imperativo democrátic­o que, bien liderado, puede ser una oportunida­d para recuperar la senda de la confianza y la paz social para un país que hasta hace poco parecía un modelo, pero que escondía un profundo malestar. Por cierto, ello no obsta tener en paralelo una posición firme frente a la vulneració­n a los derechos humanos, ocurrida durante las manifestac­iones, y discutir en paralelo una agenda de reformas sociales.

Curiosidad­es del destino, si existe conciencia real de la magnitud de la demanda que enfrentamo­s, tal vez sea un gobierno de derecha el que finalmente pase a la historia como aquel que logró hacer de esta crisis una oportunida­d para volver a recuperar la senda de un país inclusivo, donde todos tengamos la posibilida­d de participar y deliberar sobre el marco institucio­nal que regirá nuestros destinos. En ello esperemos que la sintonía y la escucha desde quienes tienen que tomar decisiones esté lo suficiente­mente asentada, porque el futuro y la manera de vivir juntos dependerá de ello.

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