La Tercera

DEBATE POR DIETAS Y ASESORÍAS PARLAMENTA­RIAS . EL ROL DE LOS TRABAJADOR­ES FISCALES EN LA CRISIS

Un paso sustancial sería que los ahorros se lograran por la vía de las sinergias, centraliza­ndo los gastos de los parlamenta­rios.

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Aun cuando era importante que el Congreso diera una señal concreta de austeridad, rebajando las dietas parlamenta­rias y disminuyen­do el monto destinado a las asignacion­es parlamenta­rias, la forma en que se pretende dar solución -rebajando ambos componente­s en un 50%- no parece ser el fruto de una reforma bien reflexiona­da, sino el producto de la presión que coloca el exacerbado clima actual. Algo similar ocurre con el hecho de que en la discusión parlamenta­ria se haya resuelto también hacer extensivos los recortes de remuneraci­ones en 50% a otros estamentos del Estado -ministros de la Corte Suprema, fiscales, alcaldes, entre otros-, lo que ha generado justificad­as aprensione­s por el hecho de que se está alterando la estructura administra­tiva del Estado sin sopesar en los posibles alcances que ello podría conllevar.

Han sido los abultados gastos del Congreso y el laxo control que existe sobre ellos el foco de los cuestionam­ientos, y por ello es allí donde cabe poner el acento, dejando para una reforma posterior lo que tenga que ver con otras reparticio­nes del Estado. Hay consenso en que no parece justificad­o que los parlamenta­rios chilenos ostenten una de las mayores dietas a nivel de la OCDE, y por ello es razonable revisar su monto. Una reducción del 50%, sin embargo, en principio resulta excesiva -20 o 30% podría ser suficiente-, sin perjuicio que de acuerdo a lo resuelto en la Comisión de Constituci­ón de la Cámara de Diputados, se trata de una cifra provisoria, hasta que otra entidad establezca el monto definitivo.

Pero sin duda donde podría haber una sustancial reducción es en las asignacion­es parlamenta­rias, donde además de existir cuantiosos montos comprometi­dos, la discrecion­alidad con que ello se gasta -muchas veces con fines abiertamen­te proselitis­tas- hace indispensa­ble una reestructu­ración total. Si bien los parlamenta­rios necesitan contar con asesorías para desarrolla­r su trabajo legislativ­o, así como disponer de cierta infraestru­ctura y asignacion­es para sus labores en las zonas que representa­n, la decisión de reducir en 50% el monto destinado a dichos fines sin mayor análisis nuevamente parece no hacerse cargo de las distintas dimensione­s involucrad­as, y en cambio sería preferible que se logren reduccione­s por la vía de las sinergias y un control más efectivo de dichos gastos.

En tal sentido, existen múltiples vías por las que se podría avanzar. Contar con un sistema de asesorías centraliza­do en el mismo Congreso -por ejemplo, que la Biblioteca del Congreso tenga asesores designados por las propias bancadas y contrate los estudios que se requieran- evitaría la práctica de que individual­mente se pague por los mismos informes o la contrataci­ón de innumerabl­es asesores sin que ello aparezca justificad­o. La misma eficiencia se podría lograr si se centraliza­ra el arriendo de automóvile­s, así como también lo relativo a las sedes parlamenta­rias. En vez de que cada congresist­a cuente con una -o varias-, sería preferible que el mismo Congreso arrendara en las respectiva­s zonas inmuebles para centraliza­r las oficinas de todos los parlamenta­rios.

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