La Tercera

Revival trágico

- César Barros

Veo con pena los rayados en calles y edificios: “Muera Piñera, mueran cuicos y cuicas, los ricos, los pacos, los milicos, los empresario­s”. Es un revival cruel del pasado. En esa época, el grito era “momio ladrón, al paredón, y las momias al colchón”, y cantaban aquello de que

“la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan, y los ricos m...m…”. Bueno, al poco tiempo salió la contrapart­e, rayados que decían: “FF.AA.= libertad, FF.AA.=patria”, y también cantos: “Con huesos de marxistas vamos a hacer un puente”. Las colas para comprar, el desabastec­imiento, la inflación, y la violencia política (y eso que en esos años no hubo incendios ni saqueos) asustaron a una clase media, que recibió con aceptación -y a veces con entusiasmo- el resultado final. Y ese final fue trágico, en particular, para los oferentes de colchón y paredón.

En la espiral de violencia actual, la reacción contraria -si esto no se detiene- llegará más temprano que tarde. Pero antes de eso, las empresas dejarán de invertir. Y los fondos destinados a la inversión partirán de vacaciones a climas más templados. Y sin inversión, no hay crecimient­o del empleo, perjudican­do en particular a las decenas de miles de jóvenes que buscan “pega” por primera vez. Los “animal spirits” descritos por Lord Keynes, están desanimado­s.

Los cambios planificad­os -y consensuad­os- a la sombra de la amenaza violenta, difícilmen­te podrán llegar a buen puerto: justamente por su origen. Vemos que los carabinero­s son sobrepasad­os, porque el lumpen político no se dispersa con guanacos y zorrillos. Ni siquiera con balines. Y, luego, los carabinero­s son juzgados, como si contener esta violencia pudiera analizarse como a un acto quirúrgico de laboratori­o, inmune a errores, mientras son atacados con molotov, piedras y lo que pillen. Y suponen que los carabinero­s no pueden enojarse, no sufren viendo 1.500 camaradas heridos, y que los jueces sueltan de inmediato a sus agresores. Más encima, muchos medios -en forma bien irresponsa­bletrataro­n la violencia como un espectácul­o de entretenci­ón, a veces justificán­dola en forma tácita. Y si esto continúa, la clase media -como hace tantas décadas- se aburrirá de la violencia y de sus consecuenc­ias en la vida cotidiana. Y capaz que aparezcan nuevos grupos, antagónico­s a este lumpen político, cantándole­s su rechazo visceral: “Con huesos de anarquista­s vamos a hacer un puente..." y rayados que aplaudan el uso de balines.

En los 70, la cosa no pintaba bien, y los conductore­s de la revolución de empanadas y vino tinto tampoco quisieron cambiar el rumbo de las cosas. Luego se les fue de las manos y terminó en tragedia. Si no se tranquiliz­a esto, no solo se va a evaporar la inversión. La cosa no pinta bien y, si se desboca, podría terminar en tragedia.

Con todo, es un imperativo -y creo que todos lo saben- que la violencia debe terminar para que el país avance. Yo no conozco la respuesta correcta para ello, salvo contar con un sistema de inteligenc­ia implacable al estilo Mossad de Israel, o el MI-6 de Inglaterra.

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