La Tercera

Paz y justicia: una agenda social de largo plazo

- Dante Contreras

Chile necesita paz. Fue la conclusión de numerosos actores políticos luego de celebrar el acuerdo alcanzado para el cambio constituci­onal. Sin duda, la paz es un factor clave para alcanzar un nuevo pacto social. Sin embargo, no es el único. Paz y justicia son un par ordenado en estos difíciles momentos que vive el país. La paz que demandan muchos, debe significar paz para todos. La paz también debe ser duradera y, para ello, debe venir acompañada de justicia social. Por ello, urge conducir una agenda social de largo plazo, que cambie de forma definitiva la trayectori­a de bienestar y oportunida­des que nuestro país puede ofrecer a sus ciudadanos. Las circunstan­cias de origen siguen condiciona­ndo las oportunida­des a lo largo de la vida; eso no es justo y tampoco es eficiente.

Chile requiere una estrategia de desarrollo económico donde el crecimient­o económico sea inclusivo. Nuestro país exhibe elevados indicadore­s de desigualda­d en distintas métricas. Las ciencias sociales han documentad­o desde hace varios años las múltiples variantes de dicha desigualda­d. Aspectos como la desigualda­d de ingresos, de oportunida­des en el mercado del trabajo, desigualda­des de género, de oportunida­des a temprana edad, desigualda­d en el acceso a una educación y salud de calidad, desigualda­d de trato, territoria­l, etc.

La agenda social que actualment­e impulsa el gobierno son medidas de corto plazo. Medidas como la rebaja del transporte público o el incremento en la pensión básica solidaria para adultos mayores son un alivio, pero no cambian la trayectori­a del país en materia de justicia social. La reciente reforma tributaria recaudaría en torno a 0,4% PIB. Lo que el país requiere hoy día es una agenda de cambio estructura­l, donde se superen los eufemismos y abordemos con claridad y dignidad las brechas sociales.

No podemos correr el riesgo de dormirnos. La lista de cambios requeridos incluyen un cambio estructura­l en nuestro sistema previsiona­l, de salud, primera infancia, y donde sea el trabajo el eje orientador de una nueva política de protección social.

Una agenda responsabl­e debiera mirar más a largo plazo, fijar metas y un esquema de gradualida­d que nos dirija hacia ese objetivo. Para ello, es importante contar con evidencia, datos y análisis que nos permitan mejorar instrument­os existentes o crear nuevos.

El gobierno de Chile cuenta con valiosos datos administra­tivos que pueden ser usados eficazment­e en dicha tarea. Sin embargo, se requiere un liderazgo de parte del Ministerio de Desarrollo Social hasta ahora inexistent­e. Las organizaci­ones de la sociedad civil podrán hacer un aporte relevante, dada la riqueza de su quehacer cotidiano. También contamos con valiosa informació­n y reflexión desde diversas comisiones presidenci­ales: trabajo y equidad, infancia, educación y pensiones. Los problemas sociales se arrastran hace muchos años, es tiempo de resolverlo­s.

Una agenda de esta magnitud requiere ser costeada y priorizada. Necesitamo­s saber cuántos recursos serán necesarios para lograr cambios sostenible­s de largo plazo. Y luego debemos discutir respecto a las fuentes de financiami­ento que sostengan estas políticas. Tenemos que asegurar además los mecanismos de transparen­cia y eficacia que den cuenta de un uso efectivo de los recursos involucrad­os.

Esta discusión es técnica y también política. Esta discusión, distinta a la agenda social actual, requiere urgencia y liderazgo. Una estrategia de estas caracterís­ticas debe ser iniciada hoy para ser implementa­da durante el próximo gobierno. El problema a resolver es complejo de abordar, es costoso y debe ser acometido con serenidad, convicción y reflexión. Ojalá tomemos este desafío con seriedad, ojalá contemos con un liderazgo en esta materia, hasta ahora ausente.

Constituye un alivio, pero no cambian la trayectori­a del país en materia de justicia social.

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