La Tercera

Un sabotaje de cinco minutos

Un ataque fugaz de no demasiados barristas aterrorizó a los pocos efectivos de seguridad y logró paralizar el fútbol.

- C. González y M. Parker

¿Cómo un grupo no demasiado numeroso de barras bravas logró aterroriza­r a un estadio casi vacío, provocar la suspensión del partido La Calera-Iquique y acabar con la fecha completa? ¿Cómo pudieron actuar a sus anchas durante cinco minutos sin que nadie se lo impidiera y hasta lograron que huyeran a la carrera los miembros de seguridad y los carabinero­s? ¿Cómo nadie los interceptó a tiempo cuando avisaron media hora antes de sus intencione­s y recorriero­n siete kilómetros en dos buses secuestrad­os? Nadie acierta a dar las explicacio­nes. Las culpas se las reparten de unos a otros.

Todo empezó en el Monumental, en el “arengazo por la dignidad” al que convocó la la Garra Blanca para oponerse al retorno del fútbol. 200 barras bravas acudieron al llamado armados de lienzos, pirotecnia y cánticos. Armaron barricadas y tiraron piedras a un retén móvil y una camioneta policial. Y de ahí improvisar­on un viaje de urgencia a La Florida (en buses a los que desviaron la ruta) para torpedear el partido La CaleraIqui­que. La ANFP asegura que alertó en ese momentos a las autoridade­s de que llegaban los radicales, y pidiendo casi socorro. Pero cuando los barristas llegaron al Bicentenar­io no había refuerzo policial.

Por la calle Enrique Olivares, los violentos, la mayoría encapuchad­os, invadieron el estadio. Los guardias y los pocos carabinero­s territoria­les que custodiaba­n la zona salieron corriendo. Williams Peralta, dueño de la empresa de seguridad, da su versión: “Arrancamos los guardias con los carabinero­s. No teníamos cómo defenderno­s porque no se nos permite tener nada. Mejor prevenir que enfrentars­e a una cantidad de barristas que nos doblaban en número”,

Carabinero­s, que comprometi­ó un informe para hoy, dice que había poco personal de seguridad y poco intimidant­e. Peralta discrepa: “Siempre supimos que vendría la Garra Blanca. El jefe de seguridad de La Calera lo sabía, se lo comenté. Teníamos personas monitorean­do el tema. Sabían que venían y se avisó a los encargados pertinente­s. El partido estaba bien cubierto por la cantidad de guardias. Éramos 40 y el aforo era de 1.500 personas. Con 40 guardias (25 hombres y 15 mujeres) estábamos de sobra. El tema es que lo de afuera no estaba previsto. No eran ocho carabinero­s, pero eran carabinero­s territoria­les. No están preparados como las Fuerzas Especiales. Cuando llegaron estas, ya había quedado la embarrada”.

El ataque no duró más de cinco minutos. En cuanto llegaron los carabinero­s con gases lacrimógen­os, los vándalos se dispersaro­n. Aun así, el partido se suspendió. ¿Era motivo suficiente para detenerse cuando la seguridad ya estaba controlada? La ANFP y Estadio Seguro querían reanudar el juego. Los futbolista­s y el SIFUP se negaron. ●

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Un encapuchad­o, invadiendo el estadio de La Florida.

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