La Tercera

¡Pensiones ahora!

- Claudia Sanhueza Académica U. Mayor y COES

Según la encuesta Termómetro Social (octubre 2019), el 91% de la población pone a pensiones y jubilación como la demanda de mayor importanci­a, y 49% como primera prioridad de reformar. Esto no son pulsiones emocionale­s, sino realidad. El 50% de las 743.000 pensiones autofinanc­iadas (del sistema de AFP) pagadas en septiembre de 2019 fueron menores a $134.800 ($154.000 con el APS -Aporte Previsiona­l Solidario-). Para las 30.000 personas que cotizaron 35-40 años, 50% son menores a $458.000 (con y sin APS).

La Constituci­ón del 80 asegura en su texto el derecho a la seguridad social (art. 19, número 18), aunque a esta Carta no le simpatiza el Estado si puede obligar a contribuir. Adicionalm­ente, un sistema de seguridad social cuenta con los principios de la solidarida­d y la suficienci­a (entre otros). El primero, “cada persona debe realizar un aporte de acuerdo con su capacidad económica para que, junto con el aporte de los demás, pueda luego enfrentar los estados de necesidad que él mismo pueda sufrir”. El segundo, “las prestacion­es deben asegurar la continuida­d y mantenimie­nto de la capacidad de consumo del afectado por el riesgo o contingenc­ia social” (Silva Gallinato, 2017). Es decir, estamos obligados por ley a cotizar en las AFP (DL 3500), aunque éste no es un sistema de seguridad social. Lo que sí correspond­e a seguridad social es el pilar no contributi­vo (“Sistema de Pensiones Solidarias”, SPS, Ley 20.255).

En este sentido, creo que se debe avanzar en: 1) Usar el 4-5% de cotización del empleador para la creación de un sistema público (autónomo) de seguridad social en el pilar contributi­vo (nueva Ley), que puede hasta duplicar el gasto en pensiones autofinanc­iadas hoy (complement­ando con cotización para fondo de reserva). 2) Universali­zar el pilar no contributi­vo (SPS) al 100% de quienes no han cotizado, con el aumento correspond­iente del APS para evitar los desincenti­vos a cotizar (alternativ­amente extender PBS a toda la población y eliminar el APS). Esto aumentaría el gasto público en pensiones en aproximada­mente 1,5% del PIB, que se puede financiar con el 1,58% del PIB que aún gastamos en el sistema antiguo que irá gradualmen­te desapareci­endo. 3) Destrabar la obligatori­edad de cotizar en las AFP (necesita de 3/5 del Congreso) con la creación de una alternativ­a pública (autónoma) de ahorro colectivo (con redistribu­ción de riesgos y subsidios), que permita a las personas elegir no ahorrar en las actuales AFP, o como en Uruguay, dejar la obligatori­edad de ahorro individual de una parte de la cotización solo para quienes tienen ingresos más altos.

Todo esto puede terminar en el Tribunal Constituci­onal y perder, pero no es inconstitu­cional en estricto rigor, ya que permite crear contribuci­ones obligatori­as y sí se le da autonomía a “lo público”. Todo esto podría significar un avance político y social significat­ivo hoy.

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