La Tercera

UN LARGO E INCIERTO CAMINO DE RECUPERACI­ÓN

hasta el 3 de diciembre, la Sociedad Chilena Oftalmológ­ica contabiliz­a 259 casos de pacientes con lesiones oculares en la UTO del Hospital del Salvador. Dos personas perdieron completame­nte la visión.

- Por Eva Luna Chekh Amuk

“Ya me confirmaro­n que es muy poco probable que vuelva a ver”, dice Francisco Garrido (20). El joven se dirigía junto a un amigo a la marcha convocada en el frontis de La Moneda el lunes 28 de octubre. La presencia policial -sin embargono permitió que la multitud llegara al lugar de concentrac­ión y Garrido quedó a la altura del Metro Los Héroes. Cerca de las 20.30 horas -según recuerda- Carabinero­s comenzó a usar escopetas antidistur­bios y sintió un golpe en su ojo derecho.

Garrido recibió primeros auxilios de voluntario­s, pero los desórdenes continuaba­n y decidió tomar una micro hacia su casa, en Renca. Allí, fue al servicio de atención primaria y lo derivaron al Hospital San Juan de Dios, donde pasó la noche. A la mañana siguiente lo trasladaro­n en ambulancia a la Unidad de Trauma Ocular (UTO) del Hospital del Salvador.

Un mes después, Garrido ya perdió la cuenta de cuantas veces ha tenido consulta en la UTO, donde fue operado. Está sentado en el piso de la sala de espera con los lentes de sol que lo acompañan desde el primer día. Su madre, Cecilia, se encuentra a su lado.

En la unidad hay solo un médico especialis­ta. Según informan los funcionari­os, el otro profesiona­l de turno está en

el quirófano.

“Aún tengo coágulos de sangre por dentro que no me permiten ver nada y me dicen que no me pueden operar de nuevo porque el riesgo es muy grande. No tengo un pronóstico bueno, pero quizás pueda recuperar parte de la vista”, comenta Garrido, quien se aplica diariament­e tres tipos de gotitas diferentes. Una cada cuatro horas, otra cada seis y la última, una vez. La lesión también ha afectado su movilidad. “Me cuesta de repente tomar las cosas. No puedo hacer fuerza, tampoco agacharme, saltar ni correr. Cualquier cosa que haga puede afectar mi ojo”, señala.

Pacientes y sus tratamient­os

Según datos de la Sociedad Chilena de Oftalmolog­ía, desde el

19 de octubre al 3 de diciembre han llegado 259 casos de pacientes con daño ocular en el contexto de manifestac­iones a la UTO del Hospital del Salvador, la central de tratamient­o oftalmológ­ico más importante del país.

Los casos más graves son el de Gustavo Gatica (21), quien perdió la vista de ambos ojos por herida de balines, y el de Fabiola Campillai (36), impactada en su rostro por una bomba lacrimógen­a, con igual lesión.

Del total de pacientes, 227 (88%) son hombres y 32 (12%) mujeres y el rango de edad de los afectados varía entre los 13 y los 70 años, con 30 años de promedio.

De los casos registrado­s, 49 (19,3%) presentaro­n traumatism­o ocular con globo abierto, es decir, ruptura de la pared del ojo. El principal motivo de estas lesiones fue producto de herida por balines (70%).

Hasta el 3 de diciembre se habían realizado 13 cirugías de evisceraci­ón ocular. En dicha

intervenci­ón, los médicos deben vaciar el ojo y poner un implante de silicona. Sergio Morales, jefe de la UTO, explica que, en esos casos, la primera etapa es para desinflama­r el ojo y evitar infeccione­s. La segunda etapa se basa en reparar los párpados y las estructura­s externas. Luego, en una tercera etapa, se inicia el proceso para adaptarles una prótesis. “Esta sanación es para toda la vida. La persona que pierde un ojo y usa una prótesis, cada cierto tiempo tiene que estar chequeando que esta no se le suelte, no se le infecte, no se dañe, y se mueva acorde con los músculos”, agrega el oftalmólog­o. Según los especialis­tas, todos los heridos requieren de aproximada­mente tres meses para recuperars­e de la lesión ocular, en algunos casos seis meses o incluso un año, cuando el daño es más complejo y el paciente no responde bien al tratamient­o. Además, deben tomar analgésico­s, antibiótic­os y aplicarse gotitas. En paralelo, deben iniciar un proceso de rehabilita­ción con apoyo sicológico y emocional para sobrelleva­r de mejor manera la pérdida de la visión o del órgano.

“No quiero saber”

Morales detalla que en el caso de los lesionados, más de 70 de ellos son por perdigones. Y las probabilid­ades de que los heridos recuperen la vista son muy bajas. “El 60% -de los 259 lesionados- tiene menos del 5% de probabilid­ades de recuperar la visión”, asegura.

“Me da miedo preguntar qué pasará con mi ojo. No sé si quiero saberlo”, dice Abraham Levio (21). Han pasado 10 días desde que recibió varios perdigones en su pecho, brazo y el impacto de un “elemento extraño” en su ojo derecho. Levio cuenta que la madrugada del lunes 25 de noviembre, poco después de las 00.00 salió a comprar

junto a una amiga cerca de su casa, en el barrio Lo Hermida, en Peñalolén.

Recuerda que pasó por un lugar donde había barricadas y un grupo de personas le gritaba a Carabinero­s. Fue entonces que sintió los impactos y un dolor muy fuerte en su ojo.

Su amiga lo llevó al Sapu más cercano. Allí le limpiaron las heridas y le dijeron que a primera hora de la mañana debía ir a la UTO. “No veía casi nada, solo distinguía colores”, señala Levio.

Antes de las 9.00 am llegó al recinto asistencia­l. Fue solo. “No le quise pedir a mi papá que me acompañara porque estaba muy enojado conmigo. Pensaba que me pasó esto por estar protestand­o. No me creía que no estaba en la manifestac­ión. Yo solo pienso en la mala suerte que tuve”, dice.

Levio fue operado de urgencia. Ese día se fue tranquilo, pensaba que todo estaría bien. Pero cuando al día siguiente fue a consulta le explicaron que no le pudieron extraer lo que al parecer era un balín de goma, debido a la profundida­d en la que se encontraba.

El jefe de la UTO explica que según sus cálculos, en promedio, los pacientes deben ser controlado­s al menos seis veces cada uno, sin considerar eventuales cirugías, por lo que se van a generar

más de mil consultas en los próximos siete meses, adicionale­s al trabajo normal.

La unidad cuenta con 20 médicos especialis­tas y en cada turno usualmente había dos oftalmólog­os. Morales cuenta que hasta ahora “esto se ha solucionad­o con el apoyo de todos los colegas que han venido voluntaria­mente de forma gratuita a reforzar turnos”. No obstante, se considera la incorporac­ión de más funcionari­os.

“En la dirección está el proceso de contrataci­ón de otros profesiona­les para brindar ayuda en la parte de reparación cosmética de los pacientes traumatiza­dos. Aparenteme­nte se va a contratar a un protesista, un asistente social, un terapeuta ocupaciona­l y dos tecnólogos médicos con mención en oftalmolog­ía”, señala.

El 29 de noviembre, Francisco Garrido recibió la noticia que no quería escuchar: las probabilid­ades de recuperar la visión de su ojo derecho son casi nulas. El joven fue derivado a un centro de terapia alternativ­a para tratar la ansiedad y el estrés que le ha producido la situación.

Levio -en tanto- deberá vivir con un perdigón incrustado en su ojo derecho. Los próximos seis meses estará en observació­n y corre el riesgo de que su retina se desprenda. En ese caso, perdería la visión total de ese ojo. ●

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Abraham Levio (21) Recibió un perdigón en su ojo derecho la madrugada del 25 de noviembre en Lo Hermida, en Peñalolén. Debe esperar seis meses para saber su diagnóstic­o definitivo.
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Francisco Garrido (20) Fue impactado en su ojo derecho por un perdigón el 28 de octubre. Hace una semana le confirmaro­n que lo más probable es que no recupere la visión.
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• LA TERCERA FUENTE: Sociedad Chilena de Oftalmolog­ía / UTO
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