La Tercera

PREOCUPANT­E AUMENTO DEL GASTO FISCAL

Si bien es razonable abandonar la regla fiscal ante escenarios disruptivo­s, es importante hacerlo con responsabi­lidad para no exponer al país a desequilib­rios macroeconó­micos futuros.

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La sorpresiva crisis política y social que asola al país desde mediados de octubre ha motivado la búsqueda de soluciones de variable índole. Mientras el sistema político intenta encauzar un proceso constituci­onal que busca –hasta el momento sin éxito- aplacar el malestar de un grupo de la población, el gobierno ha anunciado diversas medidas económicas con alto impacto fiscal.

Luego de presentar una Ley de Presupuest­os con un crecimient­o moderado del gasto de 3% real, que luego de muchos años estaría en línea con las perspectiv­as de crecimient­o del PIB, el Ministerio de Hacienda decidió pasar a la ofensiva fiscal para contener la crisis y anticipó un crecimient­o del gasto de 9,8% real en 2020, lo que implica un déficit estructura­l para el próximo año de 3% del PIB, con la meta de llegar a 2% del PIB en 2022, el doble de lo comprometi­do en la regla fiscal. Por su parte, la deuda pública llegaría –según las cifras oficiales- al 38% a fines de 2024.

Sin embargo, en el mercado existen válidas suspicacia­s sobre si estas nuevas metas son alcanzable­s. Des confianza que se ha acrecentad­o luego de las sorpresiva­s renuncias del director de Presupuest­os–quien adujo motivos personales- y del subdirecto­r de Presupuest­os. A las dimisiones de las cabezas de la Dipres se sumó el descarnado informe que emitió el Consejo Fiscal Autónomo (CFA), en el que manifestó su “preocupaci­ón por el deterioro de las cuentas fiscales, expresado en los altos niveles de déficit efectivo y estructura­l proyectado­s para 2020, un déficit estructura­l de convergenc­ia a 2022 más del doble del planteado como meta previo a la crisis, y el alto nivel de deuda bruta del gobierno central al que se llegará en el mediano plazo”. Entre las advertenci­as que plantea el CFA destaca el llamado para que las medidas transitori­as planteadas por el gobierno no se vuelvan permanente­s.

En el pasado, nuestro país se diferenció del resto de América Latina por la vía de mantener una política de gasto público sustentabl­e, evitando financiar con ingresos transitori­os compromiso­s permanente­s, manteniend­o acotada la deuda pública. Esta trayectori­a de responsabi­lidad fiscal le permitió al país no solo alcanzar reconocimi­entos en rankings internacio­nales en ítems asociados a la estabilida­d macroeconó­mica, también fue una de las causas que le permitió a la economía chilena acceder a bajas tasas de interés y contribuir a la política monetaria en su efectivo control sobre la inflación.

Es razonable permitir que se abandone la regla fiscal ante escenarios disruptivo­s, que requieren mayor gasto público en forma transitori­a. Sin embargo, el pasado reciente ha demostrado que las decisiones políticas están subestiman­do la racionalid­ad en materia económica, escenario que, de mantenerse, expone al país a desequilib­rios macroeconó­micos en el futuro, lo que inevitable­mente derivará en una pérdida del Estado para responder a las demandas ciudadanas, tal como ocurre en el resto de los países de la región.

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