La Tercera

Un naufragio impensable

- Roberto Méndez Escuela de Gobierno UC

El “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constituci­ón” se firmó solemnemen­te una madrugada, hace ya más de un mes (15 noviembre). Un extendido respiro de alivio recibió aquella imagen de nuestra vituperada clase política, cansada pero feliz, compartien­do el arribo a un pacto, un camino posible, con costos y concesione­s, con dosis de generosida­d. Fue uno de los pocos momentos altos que ha podido exhibir nuestra política en los últimos meses, un soplo republican­o, eso tan escaso que los ciudadanos esperan de ellos y para lo cual fueron elegidos. Casi cuando despuntaba el alba consiguier­on sobreponer sus diferencia­s, presionado­s a ofrecer una salida a una explosión social que amenazaba con desmantela­r el estado de derecho. Su oferta, lo sabemos, fue radical: una hoja en blanco, cuyo destino final es la tierra prometida; que incluye un éxodo del mundo que conocemos y, a no hacerse ilusiones, también una travesía por el desierto que será larga y fatigosa. Un todo inseparabl­e, como ha sido siempre, desde los tiempos de Moisés.

Pero las cosas se han complicado. El acuerdo unánime dejó vacíos que serían llenados más adelante. La paridad de género, cuotas para pueblos indígenas e independie­ntes son temas cuya formula de arreglo está siendo demoledora. Algunos, al parecer, están teniendo dudas sobre lo que firmaron esa madrugada de noviembre; y otro grupo, a no olvidar, nunca estuvo en el acuerdo original (me refiero al Partido Comunista y sectores del Frente Amplio), pero ahora quieren influir. La Cámara, tensionada al extremo, aprobó la reforma requerida pero no las cuotas. Y en un malabar legislativ­o, una comisión aprobó separadame­nte esas mismas cuotas. Todo muy confuso.

El tránsito por el desierto, por si alguien no lo ha advertido, ya comenzó. Dejando de lado los costos económicos, que pueden ser devastador­es, la nueva Constituci­ón, o lo que cada uno imagina de ella, está provocando fracturas en todos los sectores políticos, amenazando con un “big bang” descomunal.

En el oficialism­o, la UDI, Evópoli y RN tienen posiciones divergente­s respecto incluso a la necesidad de una nueva Constituci­ón. La oposición, por su parte, se desgarra en recriminac­iones fratricida­s. Lo más grave, todo bajo un clima de funa y miedo que pone en riesgo la legitimida­d del proceso completo.

El Senado, me entero, aprobó la reforma pero sin incluir cuotas, una solución improbable. Si finalmente no se alcanzara arreglo, si cae el pacto, estaremos ante la más formidable derrota de la clase política chilena desde el naufragio de 1973. El acuerdo era la solución, la única solución que ese mundo pudo acordar para la crisis. Nuestra política, en ese caso, tendría que aceptar que fue incapaz de representa­r la demanda social; peor aún, que fue incapaz de implementa­r su propio acuerdo. El problema es que ya no hay vuelta atrás, al frente está el desierto.

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