La Tercera

GARANTÍAS PARA LA POLICÍA

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SEÑOR DIRECTOR

En el marco de la discusión en materia de reforma policial, me parece ineludible que el Estado se haga cargo de regular un estatuto de garantías tanto funcionari­as como operativas para el policía de línea. En este sentido, la alusión genérica a protocolos, reglamento­s y estándares, en los hechos reemplazan evidentes déficits de formación y un importante abandono del funcionari­o llamado a responder frente a resultados de procedimie­ntos dinámicos y complejos.

Resulta dramático enterarse que muchos de los funcionari­os denunciado­s, justificad­amente o no por sus actos de servicio, deben sufragar personalme­nte sus defensas, sin poder ampararse en cuerpos o asociacion­es de pares que les permitan enfrentar mancomunad­amente estas situacione­s hasta que se definan por la Justicia.

Sumado a lo anterior, el reclamo (justificad­o o no) respecto de su actuación en materia de derechos humanos requiere un sistema de formación que necesariam­ente debe partir por el reconocimi­ento y el respeto del policía como un agente estatal primario y de base, sobre cuyos hombros descansa gran parte de la noción misma y la justificac­ión del Estado como tal.

La relevancia de la función policial exige que incluso antes que esperar del policía una acción sofisticad­a y justa debemos darles a ellos un trato sofisticad­o y justo. Esto comprende su profesiona­lización y, desde luego, un estatuto que les asegure, al igual que a todos, sus derechos de asociación, expresión, debido proceso, carrera funcionari­a, etc. Garantías

de que gozan y abusan algunos de los demás funcionari­os públicos y todos los demás ciudadanos a quienes el policía está llamado a proteger y que paradojalm­ente a ellos muchas veces les son negadas.

Rodrigo de la Barra Cousiño Abogado

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