La Tercera

La U suma tres triunfos y llega a la punta

Los azules se repusieron a la ventaja inicial de Wanderers y a dos expulsione­s, para conseguir su tercera victoria consecutiv­a. Alcanzan el liderato.

- Álvaro Poblete I.

Es todo tan distinto cuando se juega con coraje. La U mostró en Valparaíso lo que no tuvo en la Copa Libertador­es ante Inter. En Porto Alegre pagó con la eliminació­n y ayer, en Playa Ancha, celebró con nueve jugadores. Sufrió desventura­s y expulsione­s, pero nunca dejó de creer ni de ir al frente. Y solo por eso, se llevó el triunfo por 1-2 ante Wanderers.

Un partido controlado, sin zozobras y con todas las jugadas de peligro a favor. El plan le salía perfecto a los azules. Solo le faltaba el gol o la fatalidad, según la convenienc­ia, para sacarlo adelante o para tirar todo a la basura. Para mala suerte de los estudianti­les, ocurrió lo segundo: una entrada en plancha de Camilo Moya directo al tobillo derecho de Francisco Alarcón. Un patadón que el árbitro Cristian Garay primero sancionó con amarilla, pero que luego, correctame­nte corregido por el VAR, se transformó en roja para el volante Sub 23.

El esquema original que dispuso Hernán Caputto, con cuatro volantes en línea y con Walter Montillo flotando por delante de ellos, se desvaneció. La soledad de Nico Guerra, como único delantero, se transfirió de la ficha a la cancha. El plan original se cortó. Y eso que a Wanderers le costó asumir el protagonis­mo después de quedar con uno más en campo. No solo eso, tras la expulsión de Moya, la U se creó al menos dos chances claras de convertir.

Aunque claro, si la idea era complicars­e sola, la U lo hizo a la perfección en la primera parte. Al regalo de Moya se sumó otro de Luis del Pino Mago. Como un principian­te, en su afán de reventar la pelota, se dejó anticipar por Gustavo Lanaro, y le pegó una patada terrible. Su cara acusó el error, el mismo Lanaro lo capitalizó después con el 1-0 (42’).

Miguel Ramírez, muy atinado, se dio cuenta de que la victoria parcial no era por méritos propios. Hizo un cambio pensando en eso y ordenó el ingreso de Marcos Medel por el juvenil Marín. Con uno más y con el control del mediocampo, Wanderers inclinó la cancha a su favor. La U no hilvanaba una jugada clara y Fernando De Paul evitaba el segundo tanto local. Más encima, Jean Beausejour salía lesionado. Todo mal.

El fútbol, sin embargo, tiene esas cosas ilógicas que le dan tanto sabor. En el peor momento estudianti­l, un enganche de Del Pino (que en ese momento ya jugaba como lateral izquierdo) terminó en una mano de Juan Soto y el penal que Pablo Aránguiz transformó en gol. El empate llegó a los 67’ y le dio un segundo a los azules. Un segundo aire que se rubricó seis minutos después, con el tanto de Nico Guerra en la boca del arco. Una jornada negra, en una ráfaga, pasaba a ser épica. Con 10 jugadores, la U sacaba un triunfo demasiado valioso por todo lo que está luchando en 2020.

Para agregar más emoción al compromiso, Garay expulsó a Del Pino (el gran protagonis­ta del mediodía porteño) por cometer una falta de último recurso a Ubilla. Desde el minuto 81, los pupilos de Caputto debían aguantar con nueve la ventaja. La incertidum­bre creció, nerviosism­o a tope de los pocos fanáticos de la U que se colaron en Playa Ancha. La revisión del VAR por un supuesto penal contra Ubilla le puso más condimento al final.

El árbitro lo desestimó. La victoria siguió en poder del azul. Y así quedó estipulado. Cuando el fútbol y las ideas fallan, el corazón puede hacer maravillas. Así lo ganó la U, poniendo esa cuota extra de pasión que tanto le faltó a mitad de semana en Brasil. Triunfazo en Valparaíso, de esos que cambian todo. Tres puntos que son más que tres puntos. El equipo de Caputto tiene derecho a celebrar. También para soñar.

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