LECCIONES DEL CORONAVIRUS
SEÑOR DIRECTOR
La pandemia provocada por el coronavirus, ahora rebautizado como COVID-19, originado en Wuhan, amerita una reflexión. Con 63 mil casos confirmados y 1.400 fatalidades en China, además de 447 casos y dos fatalidades en 24 países fuera de ella, esta es, ante todo, una tragedia humana que merece solidaridad y apoyo. Esa sería la reacción a esperar del gobierno de Chile, sobre todo con un país con el cual tenemos una relación tan estrecha. Otros países han enviado médicos y otro tipo de ayuda. No ha sido el caso de Chile, a cuyo gobierno pareciera preocuparle más el estado de las cerezas en los puertos chinos y una demora en los envíos de cobre que las vidas humanas en juego.
Dicho eso, aquellos que nos consideramos amigos del pueblo chino, también esperamos que el gobierno chino saque las conclusiones del caso. El recién ocurrido reemplazo de las máximas autoridades de la provincia de Hubei y la ciudad de Wuhan, es un paso en la dirección correcta. Pero poca duda cabe que la opacidad y falta de transparencia con que se manejan temas como éste en China está en el origen de la difusión del virus. Si las autoridades le hubiesen hecho caso al Dr. Li Wenliang, el oftalmólogo en el Hospital Central de Wuhan que detectó el virus el 30 de diciembre (quien falleció como resultado del mismo un mes después), y fue detenido por la policía por difundir ese hecho, otro gallo nos cantaría y tal vez el virus podría haber sido contenido. Hay una lección allí, para todos aquellos que quieran verla.
Jorge Heine
Exembajador de Chile en China