La Antártica sin pandemia
Libres del virus, los residentes de ese continente no saben de mascarillas, alcohol gel, cuarentenas ni toques de queda. Sin embargo, sí tienen medidas sanitarias y protocolos por los embarques. También mantienen la distancia social. Son 93 chilenos, en tres bases, a kilómetros de la pandemia.
La Antártica ha sido declarado como el único continente del mundo libre de Covid-19. Hoy viven allí 93 chilenos, los que, lejos de lo que ocurre en el resto del planeta, llevan una vida normal, sin encierros, sin cuarentenas y sin toques de queda. Una vida sin coronavirus. La pandemia les pasa por un costado, a miles de kilómetros.
Asentados en las bases Capitán Arturo Prat, General Bernardo O’Higgins Riquelme y Presidente Eduardo Frei Montalva, la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea tienen, respectivamente, a este puñado de chilenos que, a pesar del aislamiento, tuvieron que prepararse para enfrentar la explosión del virus y evitar a toda costa que les afectara. “En la Antártica no existe el Covid y nuestra rutina ha sido igual; estamos distanciados de forma natural”, dice el mayor Fernando Inostroza, a cargo de la Base O’Higgins, quien tiene actualmente a 21 hombres en sus instalaciones. “Al principio fue un poquito complejo, porque en marzo, cuando se decretó la pandemia, ya venía un buque y tuvimos que realizar los protocolos”, agrega.
Inostroza explica que el proceso de abastecimiento se ejecuta durante el verano. Y que de ahí en adelante, como la pandemia ya estaba declarada, se restringió la llegada de la gente foránea: “Fumigamos todo”.
Preparativos desde enero
El comandante Alejandro Silva, de la Base Frei, que tiene 62 personas, explica que sus protocolos comenzaron en enero, apenas salió el primer caso en China. Y aunque dice que con todo el tiempo que ya llevan aislados hay seguridad de que no hay contagiados, “la indicación es seguir alertas”.
El capitán Ricardo Sepúlveda, a cargo de la Base Prat, donde ahora hay apenas 10 personas, asegura que “por ahora la vida de nuestro aislamiento voluntario solo ha sido como espectadores del norte”. Por el norte se refiere a todo lo que pasa en el Chile continental americano.
“El último buque programado vino en marzo, que se llevó a la brigada de operaciones. Ahí tomamos las primeras medidas para quienes bajaron”, recuerda. En esa oportunidad solo debían mandar cosas desde la base y no había que recibir nada. Y en abril, cuando llegó otro buque por un abastecimiento menor, recibieron y desinfectaron las cosas en la playa.
Sin temor de salir a la calle
“Acá no hay nadie, es muy distinto”, reseña primeramente Silva. “Entre comillas, tenemos ciertos distanciamientos, como menos personas en las mesas, alcohol gel y horarios para la actividad física. Estamos aislados dentro del aislamiento”, agrega.
De todas formas, el comandante de la Fuerza Aérea revela que en la base mantienen protocolos de acción como si el virus merodeara. “Cuando llega carga en aeronaves la desinfectamos y tenemos tiempos de espera entre que llega y podemos usarla, además de no interactuar con esas tripulaciones”.
Cuenta que también están cumpliendo las condiciones de aislamiento social con las otras bases. “Hay actividades que son conjuntas, pero eso ya no va más”, dice. “Al aislamiento natural le agregamos otro con las bases de otros países de la zona (rusa, china, uruguaya) y con los que tienen que transitar por aquí”, cuenta Silva.
Y es que la Base Frei es la puerta de entrada a la Antártica, porque desde ahí se realiza buena parte de los abastecimientos aéreos. Son, por ende, la primera línea continental contra el coronavirus. “El cumplimiento de los protocolos es sumamente relevante”, reseña.
Inostroza plantea que “uno está mucho más tranquilo por no estar conviviendo con el bicho”, aunque advierte: “Pero hay una preocupación diaria por las familias y que uno no está presente”.
Y como el virus no está dando vueltas por el territorio antártico, el miembro del Ejército cuenta que en la Base O’Higgins hacen “una vida normal. No necesitamos usar mascarillas, estamos distanciados”.
Para Sepúlveda no hay dobles lecturas en torno a su realidad, más segura desde el punto de vista sanitario: “Nos vemos afortunados de estar acá. Fuimos voluntarios para estar aislados y el resto del país está aislado sin ser voluntario”, dice.
En ese sentido, el capitán de la Armada relata que, como muchas otras bases, hay algunas que funcionan por temporadas y que, actualmente, sus vecinos no están en la Antártica: “Estamos al lado de la base ecuatoriana; en marzo ellos se fueron y su base quedó sola. Una vez que se declaró la pandemia quedamos totalmente aislados. No tenemos a nadie cerca”.
Por otro lado, está la inquietud de lo que viven sus familias. “Uno llama todo el día y trata de aportar de alguna forma”, confidencia el comandante Silva, aunque recalca que cada institución está permanentemente cuidando a las familias.
El Covid-19 casi no ha afectado a estos 93 chilenos, quienes miran desde lejos.