La Tercera

La primera gran lección de la pandemia

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El martes se conoció la resolución del Consejo de la Alta Dirección Pública sobre la rebaja de la dieta parlamenta­ria y de ministros en un 25% y en un 10% la del Presidente, intendente­s y subsecreta­rios/as. A la espera de la designació­n de una comisión que debe fijar dichas remuneraci­ones cada cuatro años, esta medida va en la dirección correcta, pese a que “es completame­nte insuficien­te” según el propio Consejo- para resolver la crisis de confianza que afecta a las institucio­nes. Y llega en un momento dramático para el país, cuando se han destruido en dos meses 1,5 millones de puestos de trabajo y el desempleo ya subió a cifras inéditas: 11% en hombres y 11,5% en mujeres. Mientras la economía se desploma, surge con nitidez el paisaje de pobreza y necesidad.

Se oscurece nuestro horizonte con un virus que no da tregua y, más que nunca, necesitamo­s del buen hacer de la política, la democracia y sus institucio­nes. Es una de las primeras lecciones que deja esta pandemia, a la luz de la experienci­a internacio­nal, con la Primera Ministra neozelande­sa a la cabeza, y al decir de muchos analistas. Sin ir más lejos, la premio Nobel de Economía Esther Duflo, comentaba el viernes recién pasado el mal momento latinoamer­icano y la confianza en los gobiernos como determinan­te del éxito en el manejo de la crisis. “Si son eficaces, se crea confianza y sentido colectivo (…) si se percibe que fracasan, eso puede acelerar el desastre”.

Palabras que resuenan fuerte acá, ante una trayectori­a larga de pérdida de certidumbr­e y seguridad de la ciudadanía, que obliga a enmendar el rumbo, no solo utilizando todas las herramient­as de apoyo al alcance, sino también con liderazgos empáticos, que escuchan y son capaces de alcanzar acuerdos duraderos en aras del bien común.

Por eso, no ayudan afirmacion­es como las del intendente de Santiago respecto del caso Fruna. La autoridad tildó de “estupidez” que un jardín infantil operara irregularm­ente para dar respuesta a las operarias de la empresa obligadas a trabajar, a pesar de su cuestionab­le giro como “servicio esencial”. Pero nada dijo sobre el fondo: madres que no tienen cómo resolver el dilema del cuidado de sus hijos durante el estado de catástrofe y que, ante la necesidad, aceptan las condicione­s de su empleador. Ellas, al igual que miles de trabajador­as con hijos menores de un año, siguen esperando una respuesta del Estado que ha tardado demasiado en llegar: un posnatal de emergencia u otras alternativ­as que no precaricen más su situación y las empuje a la inactivida­d.

¿Cómo avanzamos? ¿Cómo llegamos a más acuerdos como el que unió a las fuerzas políticas en torno a un nuevo proceso constituye­nte o el que dio un marco expansivo al gasto fiscal para enfrentar la crisis? La respuesta, al decir de Duflo, está en poner la dignidad de las personas en el centro de la protección social, en un mundo riesgoso e incierto. Probableme­nte, ahí está la verdadera oportunida­d de recuperar la confianza.

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Alejandra Sepúlveda Directora ejecutiva ComunidadM­ujer

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