La Tercera

“El racismo (en Sudamérica) es producto de nuestra mala educación”

El artista estuvo ayer en el espacio Sesiones íntimas de Culto de La Tercera, donde habló de su nuevo disco, de Los Prisionero­s y de cuando nos volvamos a encontrar.

- Claudio Vergara

Carlos Vives está confinado en su residencia en Bogotá, pero empieza a entonar un estribillo familiar para casi cualquier chileno: “Por qué no se van/ no se van del país”.

“Hombre, Los Prisionero­s marcaron un hito del rock en español”, define en torno a los autores del tema aludido, subrayando que sus gustos no sólo abrazan al cancionero tropical y al Caribe, sino que también a la música de guitarras que se facturó más al sur.

Después sigue: “Esa vaina del ‘por qué no se van’ no cambia su vigencia. No queremos vivir en nuestros países. Seguimos soñando con irnos. Parece que no fuera posible hacer cosas aquí. Es como si a este lugar hubiera que sacarle y sacarle, pero nunca darle”.

De alguna manera, una composició­n tan lejana en tiempo y distancia, escrita en el corazón de los 80 por Jorge González en San Miguel, sirve como telón de fondo para el presente de una de las mayores figuras de la música colombiana. Vives acaba de editar Cumbiana, un álbum que funciona como una suerte de manifiesto de identidad, donde celebra los ritmos originario­s de su tierra natal, y sugiere que parte importante de lo que cantamos y bailamos hoy tiene una cuna sudamerica­na. No europea ni africana.

“Está ese aporte y esa fusión existió, pero ya había pueblos aquí que hacían ritmos y percusione­s”, precisa el músico, invitado ayer al espacio Sesiones íntimas de Culto que se emite a través de las plataforma­s digitales de La Tercera.

Usted empezó a hacer vallenato, cumbia y música bailable desde los 90. Hoy son géneros masivos y aceptados por todos, pero no tanto en ese momento. ¿Su nuevo disco es también decir “el tiempo me dio la razón”?

Definitiva­mente. Cumbiana habla de un origen americano, las percusione­s de la cumbia más tradiciona­l no llegaron de África, estaban en América en pueblos anfibios que vivían del agua. Es difícil entender a Colombia sin sus ríos. Pero por ese complejo andino y americano que tenemos, pensamos que todo venía de África, pero la alegría de la cumbia y los vallenatos forman parte de un pueblo americano. Nos ha costado entenderlo, nunca nos hemos sentido felices con lo que somos. Y lo que somos es maravillos­o. Ha sido importante para mí valorar nuestros pueblos más olvidados.

“Una maestra me decía: ‘Carlos, lo que no se conoce no se ama’. Al final eso pasa en nuestros países. El que triunfa es el que se va, por

eso no conocemos ni nos reconocemo­s. Colombia es un país afro y aquí los afrodescen­dientes también han sido una comunidad despreciad­a y olvidada”. ¿Hay también mucho racismo en Sudamérica?

Sí y es producto de nuestra mala educación, de siempre haber soñado con que esto podía ser Europa y no haber entendido finalmente lo que éramos. Está en la naturaleza de nuestro origen, de una Europa que siempre soñaba con regresar, de un hombre que triunfa en esta tierra y siempre piensa en irse. Hemos tenido una mala educación con respecto a lo que somos.

Con ese mismo ánimo cartográfi­co, el reciente disco del hombre de La gota fría es un viaje donde hay reggaetón junto a Jessie Reyez –artista canadiense de raíces colombiana­s-; acento agitanado e hispano gracias a Alejandro Sanz en For sale; un viraje hacia Jamaica en El hilo con el aporte de Ziggy Marley; y la reverencia hacia sus maestros en Canción para Rubén, a dúo con Rubén Blades, parte de esa generación de cantantes panameños, puertorriq­ueños o cubanos que hicieron moverse al planeta mucho antes que los colombiano­s invadieran los ránkings y las tendencias.

“Hoy hay menos espacios para cantantes así, en caso de compararlo­s con los de antes”, afirma al pensar en Blades. Luego teoriza: “Hoy falta nivel. Falta educación. A veces parece que cualquier cosa que sale es buena”.

Pero si se trata de enumerar canciones, un listado rápido de temas que han adquirido un nuevo significad­o en esta pandemia lo debería liderar por lejos Cuando nos volvamos a encontrar, el hit que interpretó en 2014 con Marc Anthony: pocos retratan de mejor forma esa añoranza por volver a abrazar a los seres queridos tras un período de distancia.

“La canción habla con mucha fe. Yo también, al igual que muchos hermanos chilenos, alguna noche me he asomado por la ventana viendo la ciudad solitaria y me he dicho ‘¿será que esta vaina no va a volver a ser como antes?’. Dormía a mi familia y me quedaba mirando y preguntand­o ‘Dios mío, ¿para dónde va esto?’. Las cosas pasan y no me cabe la menor duda que nos vamos a volver a encontrar, a abrazar. No concibo la vida así”.

Y en los conciertos, ¿nos volveremos a encontrar como antes: en un lugar lleno de gente saltando, apretada, sudando, etc.?

No puedo concebirlo de otra manera. No quiero ni pensarlo. Yo ya he disfrutado bastante de eso: ¡pero quiero más! (se ríe).

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