La Tercera

El virus de la ópera: el Teatro Real desafía la pandemia

El escenario español se transformó ayer en el primer teatro importante del mundo en presentar un espectácul­o lírico. Ni en Italia ni en Alemania se han atrevido a tanto, aunque las orquestas poco a poco regresan a sus escenarios.

- Por Rodrigo González y Romina de la Sotta

Ningún teatro del mundo vive del streaming. Ya lo decía hace dos meses a este diario el director general del Teatro Real de Madrid, Ignacio García-Berenguer, quien aún así auguraba un futuro musical en que las versiones digitales y las produccion­es en vivo y en directo de las óperas iban a convivir. Pero los teatros fueron hechos para llenarse de público y de músicos y el principal coliseo lírico español lo necesita tanto como el Metropolit­an de Nueva York o la Royal Opera House de Londres. O tal vez más.

De lo contrario, no se explica que ayer haya debutado como el primer gran teatro del mundo en tiempos de pandemia en ofrecer una ópera con público en sus butacas. En esta ocasión todo fue reducido a la mitad: el aforo del teatro fue de 869 personas (de un total 1746) y la orquesta tuvo 56 músicos, varios separados por escudos transparen­tes de plexiglás.

En el escenario hubo coros con mascarilla­s y cantantes distanciad­os por al menos dos metros, datos que no dejan de ser surrealist­as si se considera que la obra en cuestión era La Traviata, el epítome de la composició­n romántica. La historia se basa en la novela La dama de las camelias (1848) de Alejandro Dumas, con una protagonis­ta que en la página era Marguerite Gautier y en el escenario es Violetta Valéry. La suerte de la cortesana parisina es la de los enfermos terminales de tuberculos­is.

La ironía de los tiempos quiso que una ópera donde una enfermedad define el destino de la trama sea la elegida para que el Teatro Real de Madrid desafíe una pandemia global. En rigor La traviata iba a ser presentada en mayo y junio, pero la cuarentena obligó a suspenderl­a. Lo de ayer en el Teatro Real fue sólo la puesta en práctica bajo las condicio

nes adecuadas de un proyecto anterior y que se pretende mantener durante todo julio.

Pero vaya que han cambiado las condicione­s. En primer lugar es una semi-escenifica­ción, es decir con escenograf­ía reducida. En segundo lugar los cantantes y miembros del coro se paran en cuadriláte­ros de dos metros para evitar contagio. El director de orquesta está separado por una pared transparen­te de metacrilat­o de los músicos y también lo están entre ellos los instrument­istas de viento, quienes no pueden usar máscaras por razones obvias.

Según informaba el diario El País, el costo de esta Traviata ascendió a los 340 mil euros. No sólo se trata de lo que pasa dentro del escenario. También de lo que sucede fuera: los intervalos se extendiero­n hasta 40 minutos para sanitizar butacas y escenario, se restringie­ron los clásicos abrazos y saludos a los cantantes tras bambalinas, se toma la temperatur­a de cada espectador y músico antes de en

trar al Teatro Real.

La apuesta de España llega bastante lejos si se tiene en cuenta que en Italia, el país de la ópera, La Scala de Milán recién comenzará en septiembre. Al respecto, el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, decía desafiante al diario The Guardian: “Hay algunos que prefieren sentarse con los brazos cruzados a esperar el retorno a la normalidad. Pero también hay teatros que prefieren tratar de conquistar la normalidad en la que nos encontramo­s”.

Otros centros líricos del orbe

En el resto del planeta, la velocidad y ritmo de cada teatro hacia una eventual reapertura son tan distintas como la de la realidad sanitaria locl. Hay casos emblemátic­os por lo difícil que está resultando todo, como es el Metropolit­an de Nueva York, que suspendió todo hasta al menos Año Nuevo. Hay curiosidad­es: el Liceu de Barcelona reabrió sus puertas la semana pasada con un cuarte

to de cuerdas que tocó frente a una audiencia de dos mil plantas y la Deutsche Oper de Berlín presentó hace unos días El

oro del Rin de Wagner en su estacionam­iento.

En Italia, tal vez por el clima,, prefieren el aire libre. El 16 de julio la Opera de Roma presentará Rigoletto de Verdi en el Circo Máximo y el Teatro San Carlo de Nápoles hará nada menos que Tosca de Puccini y Aída de Verdi en la Plaza del Plebiscito desde el 23 de julio con las estrellas Anna Netrebko y Jonas Kaufmann respectiva­mente.

En Alemania, al parecer hay al menos dos ritmos: el de Berlín y el de Munich. En esta última ciudad, la Ópera Estatal de Baviera tiene 450 funciones al año. En todas ellas hay dos músicos chilenos que tienen el rol de primer percusión solista: Claudio Estay (1974) y Carlos Vera Larrucea (1985).

“El día que se suspendió todo, me preguntaro­n a las dos de la tarde si con el conjunto de percusión de la orquesta, podíamos hacer un concierto por live streaming a las ocho”, cuenta Claudio Estay. “El 22 de mayo volvimos a recibir público en la Ópera, pero solo 20 personas, y con medidas de seguridad bien extremas, en un concierto de música de cámara”, explica Carlos Vera.

Ambos percusioni­stas participar­on el lunes pasado en el último concierto en live streaming de la temporada, con su director Kirill Petrenko, que además es el conductor titular de la Filarmónic­a de Berlín. Hicieron

obras pequeñas, con Jonas Kaufmann como solista.

“Ya tenemos programado hasta finales de octubre, vamos a empezar a ensayar a mediados de agosto, y el 1 septiembre haremos la premiere de una ópera que se suspendió en abril, y que es bastante esperada acá, que es un proyecto de Marina

Abramovich, y que se llama Siete muertes de Maria Callas. Se supone que vamos a poder tener 500 personas de público, lo que ya es algo, porque nuestro teatro es para más de 2.000. Lo bueno es que la gente sigue queriendo venir”, dice Vera.

También en la capital bávara, Matías Piñeira (1989) es el primer corno solista de la Filarmónic­a de Munich. La semana pasada abordó el Concierto para

corno n° 4 de Mozart, con la orquesta y con Valery Gergiev, ante cien personas. “Volver a tener público y estar tocando con el director titular era un tremendo desafío, así que me hice mucha presión para que saliera bien”, reconoce y cuenta que en septiembre iniciarán la nueva temporada.

Ignacio García (1967), corno solista de la Ópera de Berlín, que dirige Daniel Barenboim, cuenta: “Hemos hecho algunas grabacione­s que se transmiten online, con un reparto muy reducido debido a que hay que guardar 1,5 metros de distancia entre las cuerdas y dos metros entre los vientos. Lo más importante es proteger al público, por eso hay varios planes paralelos para el retorno de las vacaciones”.

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El tenor Michael Fabiano y la soprano Marina Rebeka en la ópera La traviata, que ayer se presentó en el Teatro Real de Madrid.
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Ensayo de la orquesta de la Opera de Baviera el día lunes bajo la dirección de Kirill Petrenko.

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