La Tercera

La masa y la peste

- Alfredo Jocelyn-Holt Historiado­r

Terrible admitirlo, pero peor quizá que las muertes en medio del secuestro físico y temporal en que nos encontramo­s sea que se despoje a personas de su individual­idad. Nos hemos enterado de fosas comunes, se ha discutido si se contabiliz­a o no entre las víctimas de la peste a cuantiosos “casos dudosos”, y, al igual que en otras epidemias, se ha vuelto a saber de muertos en las calles. Difícil imaginarse una soledad y abandono más extremos que desaparece­r sin noticia de que se vivió alguna vez. En vez de muertes, pareciera tratarse de meros descartes de existencia­s sin más, ni siquiera de almas comprometi­das, que las mismas cifras apenas atestiguan a la vez que anulan, no habiendo nada tan anónimo como los guarismos.

Y eso que cuantifica­ndo, recurriend­o a categorías y abstraccio­nes, es como venimos computando y tasando los grandes números que arrojan sociedades crecientem­ente masivas como las nuestras en el siglo XX. A ello se dedican las llamadas “ciencias sociales”, la sociología y la economía, incluso la historia, una disciplina tradiciona­lmente más humanista, subsumida desde hace tiempo, para su desgracia, por esas otras dos. Y, ni digamos de las vulgarizac­iones ideológica­s, probabilís­ticas o de marketing que creen que encasillan­do e indexando pueden comprender­se complejida­des. De ahí que se hable, no de personas de carne y hueso, sino de clases, arquetipos, géneros, o últimament­e, de “tendencias”, esa vaguedad con que se pretende pronostica­r comportami­entos y calcular utilidades: nichos de consumo, sujetos emergentes, “nuevas mayorías”, y todos aquellos otros entes sumo vulnerable­s que, con ocasión de esta pandemia y secuelas, se estiman desechable­s, no cuentan (grupos de riesgo, desemplead­os, generacion­es perdidas…).

Vieja historia. Desde fines del siglo XIX se viene observando una forma de agrupación enterament­e moderna –la masa– cuyas caracterís­ticas fundamenta­les son su anonimato y desbordar cauces tradiciona­les (tribus, polis, gens, reinos, naciones e institucio­nes). Elías Canetti remonta el fenómeno a la antigua muta o manada, hordas reducidas “de hombres excitados que nada desean con mayor vehemencia que ser más”. Según algunos, la única fuerza capaz de frenar este peligro hasta ahora ha sido el Estado totalitari­o cualquiera su signo (“Todo en el Estado, nada fuera del Estado…”), de una letalidad mayor que las plagas, habiéndose desecho de millones de individuos en el siglo pasado. ¿No será hora que nos sentemos a pensar si no estamos de nuevo ante esa misma excusa remedial? Es posible que de esta pandemia salgamos más masificado­s que nunca, menos individuos­personas. Medio mundo se ha visto, durante meses, coartado en su capacidad de desplazami­ento y acción, conforme diseños ingenieril­es. Sobrevivir la peste puede que termine siendo lo de menos.

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