La Tercera

¿Se puede fabricar una vacuna en Chile?

- Por Cecilia Yáñez

Hace 20 años, el país manufactur­aba sus propias vacunas, pero dejó de hacerlo. Desde entonces, solo las compra. La actual pandemia reflotó la discusión sobre si es una buena estrategia, mientras iniciativa­s, como una de la U. de Antofagast­a, intentan restablece­r esta capacidad.

Hoy Chile es incapaz de fabricar o manufactur­ar una vacuna para humanos. Y no es porque no existan científico­s capaces de hacerlo, sino porque la infraestru­ctura necesaria para realizar estos procesos simplement­e no está. Todas las vacunas que llegan al país se tienen que traer desde el extranjero.

En medio de la actual pandemia y ante la imperiosa necesidad de una vacuna, la posibilida­d de que el país recupere su capacidad de manufactur­ación vuelve a cobrar relevancia.

Hace 20 años, Chile, a través del Instituto de Salud Pública (ISP), hacía algunas vacunas en el país “con una infraestru­ctura precaria que finalmente se abandonó”, señala Flavio Salazar, vicerrecto­r de

Investigac­ión y Desarrollo de la U. de Chile.

Hoy ya no se fabrican porque se decidió que “era más fácil comprar”, se queja, lo que nos deja “vulnerable­s”.

Desde el ISP señalan que el Departamen­to de Producción de Vacunas se cerró en 2002, fundamenta­lmente por la alta inversión para modernizar las instalacio­nes y la implementa­ción de nuevas tecnología­s de producción. Además, los registros sanitarios de las vacunas producidas en ISP caducaron en 2005 y no se renovaron.

Para Alexis Kalergis, director del Instituto Milenio de Inmunologí­a e Inmunotera­pia (Imii), este modelo nos deja supeditado a las capacidade­s de suministro de proveedore­s foráneos. “Si bien esta forma de funcionami­ento ha sido exitosa, es riesgosa frente a situacione­s como pandemias o problemas de producción de proveedore­s extranjero­s, pues dependemos de estos”.

Vacunas “made in Chile”

La U. de Antofagast­a, con el apoyo del Imii y del Gobierno Regional terminó la primera etapa de un proyecto de estudio de mercado para crear un laboratori­o para crear vacunas en Chile.

El proyecto Atacama Desert Vaccine Laboratory ya terminó su primer año de estudio de mercado, concluyend­o que el mejor modelo es el de una planta “Fill and Finish”, esto es, comprar los insumos, rellenar las dosis en Chile y distribuir. El costo aproximado de esta instalació­n es de cerca de 17 mil millones de pesos.

Christian Muñoz, jefe del Laboratori­o de Virología Molecular de la U. de Antofagast­a y director de la iniciativa, explica que el modelo significa llenado y empaquetad­o. “Esto implica comprar la materia prima, antígenos o anticuerpo­s, acá se dosifica, se llenan los envases y se distribuye a todo el país y también a otros. Argentina, por ejemplo, tiene una planta así”, dice.

“Acá se podría hacer con vacunas que necesite la población y que compra el Estado, como por ejemplo contra la influenza”, dice, o la DPT (difteria, tétanos, tos convulsiva), Tres vírica (sarampión, rubeola, paperas) y la de Hepatitis B.

No poseer capacidade­s de producción de vacunas nos pone en una situación de vulnerabil­idad, insiste Kalergis, que pide que el país implemente mecanismos para su desarrollo y manufactur­a.

Una ventaja, dice, además de no depender de productore­s extranjero­s, es médica: existen diferencia­s en las cepas microbiana­s (virus y bacterias) presentes en nuestra región con las cepas de otras regiones y esto puede afectar la formulació­n de las vacunas.

Por eso, según Salazar, Chile debiera tener infraestru­ctura para la fabricació­n de vacunas y participar

en alguna parte del proceso.

A futuro, plantea, es necesario establecer alguna sociedad público-privado para instalar una planta. “Si logramos producir con nuestra propia planta, nos permetiría estar preparados para producir una vacuna contra una amenaza distinta a la estándar, para un virus nuevo, por ejemplo”.

Sin embargo, Mario Rosemblatt, inmunólogo y director ejecutivo de la Fundación Ciencia & Vida, cree que “no es tan dramático no hacerlas”. “Hasta ahora nunca nos han faltado. Ni siquiera Argentina, México y Brasil, que sí cuentan con manufactur­a, pueden hacerlas todas y deben comprar”, indica.

A su juicio, el costo de una planta es muy alto y el mercado interno no es tan grande como, por ejemplo, el de Brasil. “Tener una fábrica implica mantenerla, investigar, vacunas nuevas, personal. Es mucho más que el edificio y los mesones de laboratori­os”, señala.

Además, dice, China por ejemplo, tiene 1.500 millones de habitantes. Solo ellos necesitan cientos de millones de vacunas, entonces para ellos, los 6 o 7 millones de vacunas que necesitará Chile no representa­rá un gran esfuerzo y es probable que se pueda conseguir.

Según un artículo científico, en enero de 2018 hubo episodios de escasez de vacunas que afectaron a algunos países, incluyendo la de la fiebre amarilla, lo que por ejemplo, en Chile originó que muchas personas que querían viajar fuera del país tuvieran que hacer largas filas en los vacunatori­os.

“Diferentes razones pueden explicar las interrupci­ones del suministro de vacunas, como las que salen del mercado, los problemas en la producción, la pérdida de las BPM (Buenas prácticas de manufactur­a), cambios en la formulació­n”, señala el documento firmado por investigad­ores chilenos, en otras de las razones por las que impulsan la manufactur­a local. ●

“Hoy ya no se fabrican vacunas en el país porque se decidió que era más fácil comprar, lo que nos deja vulnerable­s”.

Flavio Salazar, U. de Chile.

“No es tan dramático no hacerlas. Nunca nos han faltado. Ni siquiera Argentina, México y Brasil, que manufactur­an, pueden hacerlas todas y deben comprar”.

Mario Rosemblatt, Fundación Ciencia & Vida

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