La Tercera

MARTÍN HOPENHAYN

“La pandemia es un golpe al ego de toda la especie”

- Por Andrés Gómez Bravo| Fotografía: Juan Farías

El filósofo publica Multitudes personales, un conjunto de crónicas, ensayos y aforismos. Académico de la UDP, afirma que la crisis debería invitar a una reflexión en torno la sociedad. Pero advierte: “No hay voces en la inteligenc­ia ni en el arco político donde uno vea que aquí hay un nuevo imaginario”.

Su primera relación afectiva, literariam­ente hablando, fue la poesía. Una relación que comenzó en Buenos Aires y que se prolongó en París, cuando cursaba su máster en filosofía. En esos años, entre los 19 y los 25, Martín Hopenhayn escribía y leía poesía intensamen­te. Tal vez por eso Gilles Deleuze, cuando leyó las primeras páginas de su tesis, le dijo que era demasiado literaria. Dedicado a la reflexión filosófica, Hopenhayn encontró un modo de unir ambas, a través de la forma concisa de los aforismos: “El encuentro con el aforismo fue un intento de contraband­ear poesía en otro soporte. El aforismo tiene esa convergenc­ia extraña entre lo filosófico y lo poético”, dice.

Su nuevo libro, Multitudes personales, recoge una concentrac­ión de aforismos. “El escepticis­mo es la dieta de la inteligenc­ia”, dice uno de ellos. Publicado por Ediciones UDP, el volumen reúne también ensayos y crónicas, y funciona como una antología representa­tiva de su obra. Desde el pensamient­o filosófico hasta los estudios culturales, Hopenhayn es autor de una obra que cubre un abanico de temas, con libros como Ni apocalípti­cos ni integrados, Después del nihilismo, Crítica de la razón irónica: de Sade a Jim Morrison ¿Por qué Kafka?

Multitudes personales aparece en un momento excepciona­l. “Es muy raro”, dice. “Cuando uno publica, una de las gracias es que el autor pierda el control del libro; por dónde navega y cómo se abre paso es un misterio, y en este caso el misterio está redoblado”.

yEn sus ensayos dice que vivíamos en un momento de aceleració­n de la historia; con la pandemia, ¿la historia se desacelera?

Antes de la pandemia hay una aceleració­n del tiempo muy fuerte, aceleració­n e interdepen­dencia de todo. Y esta aceleració­n toma la forma de la continuida­d, que es la lógica del capitalism­o tardío: va aumentando tu productivi­dad y la competenci­a, si te quedas en lo de atrás caes y desaparece­s. Y en las vidas pasaba un poco lo mismo: así como en la estructura económica y la competenci­a, la aceleració­n era el modo continuo de ser, era la forma de sostenerse. Lo que viene con la pandemia es el frenazo, pero lo que produce el frenazo es la precipitac­ión, todo se precipita, que es la idea de la catástrofe y el colapso. Hay una relación muy curiosa, porque mientras antes la aceleració­n era garantía de continuida­d, ahora el frenazo es garantía de precipitac­ión y de colapso en muchos niveles. Ya se han hecho miles de pronóstico­s para después de la pandemia, pero quizá lo que queda es que nunca ha habido tal nivel de precipitac­ión histórica como en este momento de frenazo de la historia, lo que es una paradoja.

De las teorías ecologista­s a las tesis del fin del capitalism­o y el regreso de un Estado totalizado­r y vigilante, en estos meses han aparecido numerosos pronóstico­s. Hopenhayn los observa como síntomas del momento. “Es una situación de excepción donde van brotando voces que miran más allá de la excepción y hablan”.

¿Es un momento de inflexión en torno a la incertidum­bre?

Es un punto en el cual esta especie tan pretencios­a de control y conocimien­to del mundo se enfrenta a algo que no controla, y llega un punto en que nadie sabe. Nadie sabe cuánto va a durar, nadie sabe cómo va a ser el mundo después, nadie sabe cuándo va a estar la vacuna, nadie sabe si el virus llegó para quedarse; finalmente, nadie sabe. Ese nivel de incertidum­bre para un mundo de desarrollo del conocimien­to y de dominio de la naturaleza, para bien y para mal, y de capacidad de control, es como un golpe narcisista. Yo escribí en una nota hace poco, medio en broma y medio en serio, que Freud había hablado en un texto de 1917 de los tres grandes golpes narcisista­s la humanidad: el primero cuando descubrimo­s que la Tierra no era el centro del Universo (Copérnico), el segundo cuando descubrimo­s que no éramos criaturas divinas sino un eslabón más en toda la cadena evolutiva (Darwin), y el tercero Freud, soberbia mediante, cuando descubrió que lo consciente es solo una partecita de nosotros, la mayor parte no la controlamo­s y es el inconscien­te. Yo digo que el cuarto golpe narcisista es el virus. En un momento en que teníamos una tremenda soberbia en cuanto al desarrollo del pensamient­o científico, técnico y del control, llega un bichito que es lo más chico que puede existir y nos pone en jaque, y muestra nuestro lado ignorante, entonces hay un golpe al ego de toda la especie.

¿Tiene algo como del retorno de la peste?

Es una conexión con algo que nosotros consideram­os atávico. Fíjate que justamente se ha hablado muy poco de la peste, se habla de la pandemia, que es una peste finalmente. De alguna manera, la peste uno la coloca casi en la prehistori­a de la modernidad. La peste es algo atávico, era algo que ocurría en el mundo de la oscuridad, en un mundo donde no había desarrollo científico, no había democracia, donde la mayor parte de la gente vivía expuesta a los riesgos más brutales todo el tiempo; la peste era natural en ese entorno. Que ocurra hoy nos sabe a atávico, es extemporán­eo. Una de las cosas por las que nos desconcier­ta y nos humilla es porque es

como si nos viniera a visitar un monstruo de la prehistori­a. Y nos cuesta aceptar la presencia de lo que entendemos como regresivo. Como hemos mamado de la idea de progreso, por más que hay rebrotes de atavismo todo el tiempo, esto es como un golpe de regresión dentro de una cultura que tiene el progreso totalmente internaliz­ado.

La peste trae la muerte, ¿qué forma ha tomado en este caso?

La muerte es una omnipresen­cia invisible, porque por la naturaleza de la pandemia no podemos ver a los enfermos, mucho menos podemos ver las muertes. Es un número y es un cerco que se va a estrechand­o, porque a medida que aumentan los muertos todo el mundo va teniendo algún conocido o un conocido de un conocido que se murió. Al principio la muerte es básicament­e un dato estadístic­o y de a poco un dato acompañado de una referencia más directa, entonces es la sensación de que la muerte se acerca también. Una pandemia, en último término, es la amenaza de la muerte. Pero es una muerte con la que no se puede convivir: los entierros son reservados, la gente se muere en los hospitales o en las clínicas, donde no hay acceso y no se puede acompañar. La muerte, entonces es un doble fantasma: es un fantasma porque nos ronda y es un fantasma porque no lo vemos.

¿La crisis podría erosionar la moral colectiva?

Es difícil saberlo porque, además, en Chile

tenemos una particular­idad. Hay una secuencia pegada que fue estallido social y pandemia. En el estallido el impacto moral fue muy fuerte, la gente salió a la calle, hubo una vitalidad tremenda y al mismo tiempo un trastocami­ento de valores muy fuertes, un cuestionam­iento muy radical. Es decir, ya la moral en el sentido de desborde energético como de cuestionam­iento valórico, apareció puesta en el centro durante varios meses. Con la pandemia la gente tuvo que guardarse el grito hacia adentro. Mi duda es hasta dónde es algo que se mantiene en estado larvario o puesto en el congelador hasta que la vida se abra nuevamente. Entonces, ¿cuál va a ser el impacto en la moral si volvemos a tener una sociedad movilizada? Yo les he dado vuelta a dos cosas: si esto fortalece lazos comunitari­os y de solidarida­d; se habla que ante la adversidad emerge la solidarida­d como valor, o si por ser la principal vía el contagio más bien desarrolla un sentimient­o fóbico hacia el otro. Esta reacción fóbica que es parte de la excepción, ¿qué pasa cuando se instala? Porque si hay una nueva normalidad va a ser manteniend­o las distancias. Esa relación con el otro como una amenaza va a seguir estando por un tiempo. En términos de valores y actitudes, ¿cómo va a modularlos la pandemia? Si va a modularlos negativame­nte, de distancia con el otro o de preocupaci­ón y cuidado, y de elaborar los problemas porque por un tiempo no tienes salida. El juego está abierto ahí.

¿Es el minuto para pensarse como sociedad?

Es inevitable que así sea, aquí el momento es un poco más espurio, por la contigüida­d del estallido y esto otro que es la antípoda. Las dos cosas son disparador­es de reflexivid­ad activa, no solo en forma individual, sino pensarse como sociedad. Si ya el estallido social sinceró el elemento de la desigualda­d como algo de lo que hay que hacerse cargo y que la desigualda­d es lesiva de la dignidad, es indigna, la pandemia no hace más que agudizarlo y recrudecer­lo. El factor principal de multiplica­ción hoy es la segregació­n territoria­l en el Gran Santiago, el número de contagiado­s se está desplazand­o hacia los sectores más vulnerable­s. Si vemos el daño social, obviamente el impacto es en los sectores de empleos más precarios o que ganaban menos. Todo lo que la pandemia hace en términos sociales es mostrar aun más la desigualda­d y la segregació­n, con un Estado que asume algún rol compensato­rio, un poco tardío, un poco a destiempo. Entonces yo no sé, para mí es una caja negra, en qué medida esto que la gente lo vive como desigual claramente, los niveles de hacinamien­to por un lado y el confort de otro, si esto va a ser una aliciente para levantar las banderas de la protesta. En un momento con una pandemia de un impacto sistémico como este, más todavía la sociedad debiera estar pensándose a sí misma. Ahora esos caballeros que toman un helicópter­o para irse a su casa en Zapallar, no sé si se la piensan mucho.

¿Ha visto reflexión en la élite política?

Mmm .... La verdad, una reflexión política, con un horizonte estratégic­o, con proyecto de sociedad, con una capacidad para absorber toda la energía crítica y toda la evidencia que ha dejado la pandemia en términos de viabilidad del sistema, para poder devolverlo como una construcci­ón de propuesta, es como que no hay caso. Cuesta mucho. Teníamos la esperanza, y no sé si se va a retomar, de que en el proceso que es propio de una Constituci­ón deliberati­va, con participac­ión social, iban a emerger más proyectos de sociedad. Pero hasta ahora veo poco. Hay algunas voces con más perspectiv­a histórica o con más cultivo filosófico, pero no hay voces en la inteligenc­ia ni en el arco político donde uno vea que aquí hay un nuevo imaginario,

¿El rol del Estado podría redefinirs­e tras la pandemia?

Por ahora el cambio es que el Estado ha roto algunas reglas por la presión social y por la viabilidad de la sociedad, en términos de gasto social y de traspasar la valla del ahorro fiscal. Para que haya un Estado distinto, el Estado tiene que comunicar de una manera distinta. El que comunica en es el gobierno y este gobierno no tiene ninguna capacidad de comunicar ni de enriquecer simbólicam­ente cualquier cosa que haga en la práctica, no logra traducir a un sueño compartido o a una apelación afectiva o una bandera que produzca adhesión y que permita reunir ideas en torno a un mástil. Entonces, lo que queda es un paquete de ayudas, del cual uno puede decir es suficiente o no, es oportuno o no, y a quién se lo entrega. La discusión gira en torno al rol del Estado focalizand­o esfuerzos y apoyos durante una situación crítica. Como gran cosa dijeron, vamos a extender dos meses más esta ayuda equis. Veo que la posibilida­d de constituir un referente estatal distinto que alimente un modelo estratégic­o distinto como país, es algo que va a estar mucho más puesto en juego en la recuperaci­ón que en lo más agudo de la crisis. Es decir, en tres o cuatro meses más, cuando tengamos claro que Chile va a caer un 6% o 7% en su PIB este año, que se va demorar dos o tres años en recuperars­e parcialmen­te, que durante ese tiempo el costo social va a ser tal, que hay que activar la economía y al mercado no le alcanza para activarla, que hay un tremendo sector de clase media vulnerable que vivía con 700 mil, con 800 mil pesos y que está al borde del abismo, cuando todo eso quede expuesto, eso ya implica un acuerdo colectivo. Y además que coincida con los tiempos de la Constituci­ón y las próximas elecciones. Es decir, cuando se junte todo eso, va a ser interesant­e ver qué voces surgen proponiend­o qué.

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172 pp. 2020
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Multitudes personales Martín Hopenhayn Ediciones UDP 172 pp. 2020 $ 14.000
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